OBJETO DE NECESIDAD NO EQUIVALE A OBJETO DE DESEO
Para poder acceder a una
elección amorosa movida por el deseo, una persona tiene que haberse despegado
del objeto de necesidad. Esto quiere decir que si una persona está demasiado
dependiente de su objeto porque no es capaz de sostenerse mínimamente sola,
estará mucho más vulnerable a apegarse (curiosa homofonía con pegarse) a
cualquier objeto que aparezca en su horizonte, sin poder permitirse elegir si
le gusta o no le gusta, mientras le ofrezca compañía. Apegarse por pura
necesidad significa que tarde o temprano surgirá en esa relación una violencia
subliminal en el más leve de los casos pero que puede hacerse explícita y
explosiva a la larga. Las mujeres y los hombres no están afectados del mismo
modo por su apego al objeto de necesidad. Las mujeres abandonadas pueden caer
en estados depresivos muy serios, pero
rara vez se vuelven violentas con los hombres que las han abandonado. Es más
frecuente que esa violencia la vuelvan hacia sí mismas, que entren en procesos
autodestructivos, cuya gravedad dependerá de la estructura psicológica de cada
mujer en cuestión. Los hombres abandonados que están apegados a su objeto de
necesidad, suelen volverse violentos hacia su mismo objeto, con el agravante de
que si se trata de un hombre tradicional, se siente avalado a ejercer esa
violencia ya sea a través del acoso, del maltrato, porque toda una ideología
sexista los ampara para hacerlo, aunque más no sea por la tolerancia social que
hace que sean percibidos como más indefensos y sus mujeres como más obligadas a
dar un trato maternal.
Cuando un hombre coloca a su
mujer en la posición de dadora, se verá incapaz de sentirla necesitada de algo.
La coloca en el lugar de la madre mítica que no tendría otro deseo que dar
satisfacción a otros, pero que no pide nada para sí misma. La coloca en la
ética del cuidado que sólo la lleva a estar destinada a servir a otros. Estos
sentimientos se pueden constatar por la experiencia clínica y es asombrosa la
fuerza que tienen estos mitos, hasta el punto de distorsionar la percepción de
situaciones reales. Por propia experiencia puedo decir que he visto casos de
parejas donde la mujer era fuertemente idealizada en el lugar de una figura que
es feliz solamente satisfaciendo necesidades de sus otros más próximos –marido
e hijos-, -si es marido solo mejor-, tan idealizada, que aún en aquellos casos
que ella era vista deprimida, con ojeras, desvitalizada, a sus compañeros les
resultaba difícil de creer, que se sintiera débil, necesitada, carente de algo.
Entonces, la distancia que media entre lo que
la realidad es y lo que la realidad psíquica asume, a veces puede ser un
abismo, donde la realidad psíquica invade la otra realidad y la anula. Un abismo que hay que salvar, pero la
posibilidad de salvarlo tiene que ver con que pidan ayuda, no se puede salvar
en aquellos que piensan que tienen que colocar a la mujer en su sitio cuando se
desvía de su rol tradicional o cuando las mujeres mismas lo creen así, porque
en esos casos no hay ni siquiera conciencia de un problema. Por eso es
importante establecer una lucha conjunta en tres frentes a la vez, una lucha a
nivel educativo, sociológico, político, que denuncie e intente romper con los
estereotipos de género, a nivel de lucha social que incida en las instituciones
para que genere otro discurso que incida en el imaginario social con respecto a
los géneros. Pero no nos engañemos, la presión de otro discurso si bien es
necesaria, no es suficiente. En los países nórdicos, de quienes nadie podrá
decir que no son evolucionados, que han sido pioneros en coeducación, sin
embargo, tienen unos índices de violencia muchísimo mayores que España. Si bien
es cierto que esta cifra estadística es más alta porque allí se detecta como
violencia hasta el maltrato psicológico, cosa que en España se computan los
casos de violencia física. Pero eso no invalida que tengamos que abordar el
problema de la violencia desde distintos frentes, el frente sociológico, frente
educativo y frente terapéutico y fundamentalmente político, porque sin recursos
de la administración es imposible atender eficazmente necesidades reales. Y si
no abordamos también el frente terapéutico, una terapéutica eficaz, no una
terapéutica sintomática, como la que aparece en la película “Te doy mis ojos”,
no podremos solucionar el problema de la violencia.
CLAUDIA TRUZZOLI
Fragmento de una conferencia dada en La Bonnemaison, el 27 de noviembre de 2004
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