sábado, 12 de enero de 2013

LA ANATOMÍA NO SIEMPRE ES EL DESTINO


LA ANATOMÍA NO SIEMPRE ES EL DESTINO

Un chiste. Van por una calle dos amigos y pasan por un lugar que se anuncia como campo nudista. Eso despierta la curiosidad de ambos. Uno se encarama al muro para espiar lo que hay detrás y el otro amigo le pregunta: ¿son hombres o mujeres? Y el amigo le contesta: ¿cómo quieres que lo sepa si están desnudos? Bien, pues es un chiste que dice muy bien la verdad acerca del papel de los estereotipos. Porque lo que define a un hombre o una mujer no es su atributo biológico sexual, sino las identificaciones de género a las que se adscriben o rechazan. Y esa cuestión es una cuestión cultural que define a priori lo que considera masculino o femenino. Sería más sencillo si cada cual tuviese la posibilidad de considerarse hombre o mujer en función de su propio goce más allá de lo normativamente impuesto o biológicamente dado.

La identidad femenina siempre ha sufrido la presión de normas sociales que han forzado a las mujeres hacia situaciones pasivas. Tomás Laqueur, en su libro, “La construcción del sexo”, nos ha situado históricamente el momento en que el sexo femenino comenzó a ser pensado como otro sexo, diferente del masculino. Antes de ese momento era considerado como una variante del mismo cuyos órganos se dirigían hacia el interior. La identidad de género por tanto, no está determinada por la anatomía sino por un entramado de representaciones y significados que cada momento histórico va replanteando y que organiza las actitudes y comportamientos asignados a cada género. En esta discriminación en función de las diferencias sexuales subyace una ideología que las establece de forma artificiosa y que actúa de manera subliminal naturalizando esas discriminaciones y ocultando su génesis social. Ese poder invisible que actúa con la fuerza de lo oculto responde a un uso perverso del poder al adscribir como una segunda naturaleza esa adscripción de roles y pautas sociales en función del género estableciendo una dialéctica entre lo que el ser “es” y lo que “debe llegar a ser”, constituyendo esto último un ideal del yo que responde a cuestiones de poder y control social, no explícitos, pero que intervienen en la formación del ideal del yo.

CLAUDIA TRUZZOLI


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