¿GRUPOS DE RIESGO O PRÁCTICAS DE RIESGO?
Una de las preocupaciones que me rondan entorno a la violencia hacia las
mujeres es el descuido de muchos maridos que habiendo tenido relaciones
sexuales de riesgo -lo cual implica una no protección de sí mismos- tampoco
protegen a sus mujeres en el momento de tener relaciones sexuales con ellas. Es
un dato comprobado que una de las enfermedades de transmisión sexual de la
plaga que más asusta hoy, el VIH/Sida, está aumentando su transmisión por vía
heterosexual y que muchos de los casos de mujeres infectadas lo han sido por
mantener relaciones sexuales con su marido. Lo cual implica hablar más de
prácticas de riesgo que no de grupos de riesgo cuando pensamos en la falta de
prevención. No es necesario ser promiscuo para poder ser infectado. Sólo es
necesario haber estado en contacto con la sangre o el semen, de alguien
infectado. Un promiscuo que se protege con el preservativo está mucho menos expuesto que un hombre monógamo que no se protege. Otro de los datos que se silencia bastante es que el semen tiene una
carga viral muchísimo mayor que el flujo vaginal, lo que quiere decir que el
contagio del Sida es mucho más alto estadísticamente de hombre infectado a
mujer, que de mujer infectada a hombre. Por esa razón las estadísticas hablan
de una feminización del SIDA. Sin embargo, muchos hombres se niegan a utilizar
el preservativo porque son presos de una fantasía omnipotente que les hace
creer que a ellos no les va a pasar nada. Y cuando se enteran de que sí les ha
pasado, no protegen a su mujer por aquello de que son "una sola
carne" como dice el mandato bíblico, -una sola carne de género masculino,
con una mujer a su disposición a la que se le niega la alteridad-. El amor
romántico refuerza en las mujeres el prototipo de género que les exige
incondicionalidad y las hace sentir culpables a la hora de poner límites y
cuidarse.
CLAUDIA TRUZZOLI
CLAUDIA TRUZZOLI
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