LA IDENTIDAD FEMENINA EN LA PUBLICIDAD
Si en épocas anteriores la feminidad era pensada por el hombre,
representante del poder social, y las mujeres trataban de adecuar su ideal a
aquél que le proponía ese “otro” como si fuera el suyo propio, actualmente
sigue presente el riesgo de ser pensada por un “otro” que a diferencia de
épocas anteriores no tiene ni rostro ni sexo sino la cualidad de lo virtual,
que a través de la publicidad presiona a las mujeres hacia la consecución de
ideales imposibles de cumplir porque abarcan un espectro demasiado amplio, con
lo cual su autoestima se deteriora. La aceleración con la que se vive incide
con violencia en el psiquismo humano porque las normas, valores, ideales
propuestos, son inestables y cambiantes. Esta tendencia a ser inestables y
efímeros desorganizan los procesos de introyección e identificación tan
necesarios para la estructuración del psiquismo y la identidad personal. La
identidad tiene que defenderse sin cesar contra la fragmentación y los cambios
de registro, contra la ausencia de referencia interna, produciendo confusión y
superficialidad. El sujeto se defiende del apego por verse obligado
continuamente a desapegarse, lo que produce un estilo de pensamiento y afectos
que se caracterizan por la superficialidad. El predominio de la imagen en esta
mega publicidad que nos circunda, de las comunicaciones rápidas, de las pseudo
informaciones de cuatro líneas, ha reemplazado la capacidad de pensar.
La seducción sustituye a la convicción, la imagen sustituye al
pensamiento, la austeridad y el esfuerzo se desvalorizan frente a la
realización inmediata de deseos generados desde una lógica que asienta en el
consumo su razón de ser, prometiendo la felicidad a través del acceso a los
múltiples objetos de goce que ofrece el mercado. Ilusión efímera y falsa. Basta
ver con qué rapidez se desvanecen los pretendidos goces que se esperan al
comprar un objeto con la ilusión de cambiar el estado de ánimo. Esto lo saben
aquellas personas que utilizan este recurso para combatir momentos de vacío.
Todas estas promesas de goce, de placeres inefables que supuestamente nos
procurarían los objetos hacen un cortocircuito con el verdadero lazo social.
Gozar de un coche despampanante no nos conecta con el otro del amor. Si bien se
puede utilizar para seducir se trata de un triunfo narcisista, que muy pronto
será considerado un rival por la persona a la que se dirige la seducción. El
goce que procuran esos objetos no sólo es efímero sino pariente de la
insatisfacción porque es un pobre sustitutivo que cortocircuita las verdaderas
satisfacciones del Eros, derivándolas hacia un narcisismo exhibicionista o
hacia un hedonismo que tiene mucho de masturbatorio. Las propagandas de coches
han variado la calidad y contenido semántico de sus mensajes. Antes se
señalaban las características técnicas de los vehículos. Hoy se hace hincapié
en la calidad de las sensaciones que se pueden obtener con ellos o en las
fantasías del propietario. Todo ese mercado tiende a fomentar un lazo social
que inviste menos a las personas y más al narcisismo. No es lo mismo
maquillarse para gustar que pasarse todo el tiempo mirándose al espejo. No es
lo mismo usar un coche para seducir que establecer con él un lazo mayor que con
la pareja.
CLAUDIA TRUZZOLI
CLAUDIA TRUZZOLI
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