sábado, 12 de enero de 2013

DIVERSIDAD DE LA EXPERIENCIA LESBIANA


DIVERSIDAD DE LA EXPERIENCIA LESBIANA

Las presiones identitarias que empujan a un binarismo genérico rígido por la polarización extrema y exclusiva de actitudes y comportamientos asignados a uno y otro género hacen que se produzcan muchas confusiones y atribuciones falsas de identidad y la homofobia es un resultado de la necesidad de controlar socialmente las identidades sexuales. En el caso de la niña, una energía muy activa hace que su entorno inmediato le atribuya automáticamente un género masculino que se le traslada sin más a una identidad sexual: la atribución de ser lesbiana, sin dar tiempo a que la propia interesada decida en función de la espontaneidad de sus deseos si lo es o no. La película "Quiero ser como Beckam" nos enseña las presiones que soportaba su protagonista para que dejara de jugar al fútbol, además de que todos suponían sólo por esa pasión que ella era lesbiana. Y no lo era. Cuando una niña es muy activa los padres se inquietan porque no parece responder a lo que se espera de su género. De ahí a levantar sospechas acerca de su posible homosexualidad hay un paso. Y eso se trasmite. A veces se da la paradoja que queriendo evitar la homosexualidad de una hija a toda costa, la familia imponga restricciones y controles tan exagerados, que el mismo agobio de la presión a la feminidad, pueda provocar una rebeldía y hacer de la homosexualidad una opción más interesante por percibirla como un espacio de libertad más desmarcado de los roles clásicos impuestos por los géneros tradicionales. También existe el prejuicio de que si una mujer se muestra muy interesada en el sexo, se le atribuye un rasgo de masculinidad, por confundir su apertura desinhibida con la urgencia compulsiva de la sexualidad masculina que tiende a la descarga.       

Sin embargo, la rígida división entre géneros que además supone una rígida concepción de la orientación sexual exclusiva, no se casa bien con las experiencias vividas por las mujeres que optan por una existencia lesbiana. Muchas de ellas dicen que como lesbianas son más felices que en sus relaciones anteriores con hombres porque encuentran en las relaciones entre mujeres cualidades que no encuentran con ellos, no sólo por la posibilidad de explorar un potencial erótico, que es mucho más amplio en las mujeres que en los hombres, sino también porque se liberan de la mascarada opresiva que adoptan muchas veces para no provocar la rivalidad del compañero y por el temor de dejar de ser deseadas. Algunas lesbianas sienten que su atracción por las mujeres es exclusivamente sexual y que siempre ha sido así, reservándose en la fantasía la creencia de su heterosexualidad porque aman a los hombres aunque no se acuesten con ellos. (¿?) Las hay que se pueden relacionar sexual y afectivamente con hombres y con mujeres, aunque no es frecuente que lo hagan simultáneamente. Otras reconocen que antes de optar por una existencia lesbiana han tenido una existencia heterosexual y que sus experiencias eróticas con los hombres han sido satisfactorias pero que después de tener una experiencia con una mujer descubrieron otro placer más intenso, como si compararan un café normal con una droga dura. Otras piensan que después de relacionarse con mujeres no volverán a relacionarse con hombres y de hecho, las hay que tienen muchos años de convivencia con su pareja femenina con hijos de un matrimonio anterior o adoptados por ambas o porque una o las dos se decide/n por la inseminación artificial. Otras pueden volver a la heterosexualidad después de algunas experiencias lesbianas. Hablando del potencial erótico femenino, recuerdo la película Felpudo maldito, en la que la actriz Josianne Balasko, que interpretaba el papel de una butch (camionera), intenta seducir a Victoria Abril ( femme) diciéndole “entre nosotras no hay eyaculación precoz”.
    
Esta amplia diversidad de la experiencia erótica de las mujeres lesbianas no queda bien reflejada en el uso del término lesbiana, por ser un término homogeneizador que no refleja en absoluto esa diversidad. Como dice Judith Butler en el texto citado más arriba, “si yo proclamo ser una lesbiana, yo me hago visible sólo para producir un closet nuevo y diferente.[…]En efecto, el lugar de la opacidad es simplemente desplazado: antes no sabías si yo “era”, pero ahora no sabes lo que eso significa […]. (El subrayado es mío).

Esta diversidad lesbiana casi nunca aparece en los escritos sobre lesbianas hechos por hombres que parecen preferir una descripción del lesbianismo más cercana a la perversión. Es notorio, como muchos hombres cuando escriben sobre mujeres proyectan su propia experiencia subjetiva creyendo que corresponde a las mujeres. En el caso del supuesto placer masoquista que sentiría una mujer maltratada tenemos otro ejemplo de semejante proyección masculina. Es patético que una novela como El pozo de la soledad de Radclyffe Hall, la primera novela sobre lesbianismo, haya convertido a su personaje que además tenía nombre masculino, Stephen Gordon, en un arquetipo de la lesbiana. La idea de una lesbiana femenina era impensable primero porque se suponía que la homosexualidad femenina era producto de una inversión sexual –según la terminología médica de la época de Krafft-Ebing y Havelock Ellis-  debida a una cuestión congénita. Las compañeras de estas “invertidas” eran consideradas víctimas inocentes que habían sido seducidas por la perfidia de estas mujeres “perversas”. Por ejemplo, la película “Las Bostonianas”, donde a una pareja constituida según ese prototipo ideológico, sólo le queda el recurso salvador de un hombre que la rescate de ese vínculo, que es el final que nos propone esa película, el mismo desenlace que nos propone  la novela de Radclyffe Hall, donde la femme termina abandonándola por un hombre. Irónicamente, la compañera real de Radclyffe Hall, Uma Troubridge, no volvió a la heterosexualidad cuando Radclyffe Hall se enamoró de otra siendo bastante mayor. Frente a la lesbiana femme los hombres hetero suelen tener una reacción ambivalente cuando descubren su lesbianismo, rabia por sentirse engañados y a la vez, esperanza de “reconvertirla” por el semblante de feminidad que muestra. Mientras que con la lesbiana butch su reacción es más sencilla. La pluma que se le nota los acerca más a una complicidad genérica porque la sienten más “hombre”, mientras eso no interfiera en una rivalidad por otra mujer. El feminismo radical cambió la concepción del lesbianismo pensado como virilidad femenina para concebirlo como una identificación con las mujeres.

CLAUDIA TRUZZOLI

No hay comentarios:

Publicar un comentario