lunes, 27 de mayo de 2013

LAS NEGACIONES EN LA VIDA AMOROSA

 
LAS NEGACIONES EN LA VIDA AMOROSA

A veces resulta sorprendente la capacidad que podemos tener de no darnos cuenta de ciertos sentimientos que nos implican con otros, cuando éstos nos traen algún inconveniente que no deseamos para seguir nuestra vida con tranquilidad. Cuando observamos la conducta de nuestros amigos o amigas, muchas veces hemos sido testigos de esta ceguera que impide ver lo que se tiene delante cuando se trata de cuestiones amorosas. Y nos sorprende que todos nos demos cuenta menos el interesado o interesada. En la vida amorosa estamos sujetos constantemente a engaños que nos hacemos a nosotros mismos, a pequeñas o medianas pérdidas que siempre nos enfrentan a una operación de separación de lo que nosotros somos y de lo que es el otro. El amor, por el contrario, opera en dirección inversa, porque nos sitúa en una operación de alienación al creer que el otro tiene el poder de llenarnos un vacío imposible de llenar. Aquellas ilusiones que depositamos  en la persona  que amamos no suelen estar ajenas a un ideal de lograr a través de ese vínculo una plenitud sin fisuras. Por eso decía Ortega y Gasset que en el enamoramiento sufrimos un estado de imbecilidad transitoria, lo cual dicho de una manera más amable, quiere decir que cuando una persona se enamora todo su mundo se reduce de golpe para centrarse en la persona que ama a la que ve investida de todos los parabienes, en detrimento de los del enamorado que siente disminuir su propio valor frente a su objeto amoroso. ¿Por qué el enamoramiento tiene ese poder de engaño y de reducción de los intereses vitales de una persona, que son los que  le permiten un anclaje en la realidad? Estar en pareja nos hace olvidar con más frecuencia de la deseada que no somos uno sino dos los que entramos en relación y cuando se  produce una separación, volvemos a recordarlo. Cierto es que si lo recordáramos siempre no podríamos tener ilusión y sin ilusión no habría relación amorosa, porque ¿qué es lo que hace que una persona se vuelva especial para nosotros al punto de querer brindarle una exclusividad en muchos terrenos que no le brindamos a los amigos? Algo importante que responde a esta pregunta es que esa persona nos devuelve unas imágenes de nosotros mismos que son justamente aquellas con las que nos complace ser mirados, por eso las críticas que se hacen los enamorados atenta contra lo que se espera del encuentro amoroso.

En la vida tenemos que aprender a balancearnos entre la verdad y la ilusión y saber dejarnos engañar por la creencia que ponemos en juego cuando nos enamoramos, que hace que vistamos al otro con los disfraces de lo que necesitamos ver en él. Ilusión presente en el enamora-miento, curiosa palabra, que incluye la mentira en su enunciado. Pero ilusión necesaria sin la cual, no sería posible enamorarnos. Por esa razón, cuando comenzamos a ver como es el otro en realidad, no siempre el hecho  resiste la prueba de realidad. Si la resiste, entonces puede hablarse de un amor real que puede dar lugar a una continuidad y a un lazo más sólido. Cuando nos enamoramos nos gustaría que ese sentimiento y esa unión que establecemos fuese duradera, que nunca cesara. Y lo que no cesa de suceder en realidad, es que el enamoramiento tiene fecha de caducidad. Hay quienes pueden soportar esta realidad y pueden dar paso a una forma de amor que no sea ciega. Entonces no hace falta recurrir a la negación  de lo que nos molesta tanto en nosotros como en la persona que amamos. Las pequeñas negaciones cotidianas nos permiten mantener fuera de nuestro pensamiento aquello que de nosotros mismos y del otro nos molesta, como un intento de preservar el vínculo amoroso. Pero resultan muy contraproducentes cuando lo que se intenta negar ya no es simplemente el recuerdo de aquello que perturba nuestro vínculo, sino aspectos muy negativos de cara al mantenimiento de la relación. Hay conductas que acercan a los demás y hay otras que los alejan. Cuando alguien no puede reconocer que algo de sí mismo provoca que siempre se encuentre con la misma piedra y elude la responsabilidad de su malestar buscando culpables fuera de sí mismo, está utilizando de manera excesiva la negación de lo que le es propio y eso le imposibilita ampliar sus horizontes y poder sostener una relación que sea gratificante para sí mismo y para su pareja. Cuando no hay aceptación de los fallos inevitables que todos tenemos, la vida amorosa lleva el germen de su rompimiento.

Soportar la diferencia entre el ideal amoroso y la realidad, es lo que marca el grado de fuerza de una persona y su conducta frente a las rupturas amorosas. A mayor fuerza, mayor aceptación del dolor que implica una ruptura y mayor capacidad para trabajar el lento desprendimiento del bagaje de recuerdos, ilusiones, expectativas que se habían depositado en la persona amada y también, después de un tiempo necesario para procesar el dolor de la pérdida, poder recordarla sin resentimiento. En cambio, cuando una persona no tiene la fuerza necesaria para afrontar todo ese proceso, le resulta más fácil, negar lo que siente y lo que sintió, distorsionar la verdad de lo vivido por imposibilidad de soportar el dolor o el engaño del que fue víctima confiando en su ideal irrealizable. Sin embargo, las negaciones pueden ser necesarias en determinados momentos como una manera de ir graduando la irrupción de una verdad no deseada por insoportable. En ese sentido pueden ser una  valiosa ayuda transitoria, a condición de que no se convierta en un recurso defensivo permanente. De lo contrario, cuando van más allá de su instrumentación transitoria para convertirse en una manera de actuar permanente, las negaciones en la vida amorosa debilitan a las personas en lugar de fortalecerlas, porque les impiden enfrentarse a las realidades que los perturban. En ese caso, tienen un coste que puede ser peligroso para la buena salud, no sólo mental sino física porque el cuerpo acusa recibo de lo que el espíritu no quiere reconocer. Dicho de otra manera, aunque no queramos enterarnos de lo que nos duele, sea una pérdida del vínculo o sean aspectos de la relación que no nos gustan o del carácter de quien es nuestra pareja, lo que no queremos saber, el cuerpo no puede ser ignorarlo aunque no nos lo comunique. El sufrimiento debilita nuestro sistema inmunitario lo que nos hace más proclives a enfermedades autoinmunes, aunque no estamos habituados a establecer la relación entre dolor psíquico que no se puede elaborar y la aparición de somatizaciones o enfermedades más o menos graves, cuando no de potenciales tendencias suicidas. No puede dudarse de que quien niega la realidad porque necesita creer en amores ideales está más desprotegido frente a sí mismo, porque la vida siempre nos exige enfrentarnos a situaciones que no son ideales. Es justamente ese enfrentamiento lo que forja nuestro carácter y nos fortalece para actuar frente a las dificultades e intentar superarlas.
  
En casos de ruptura de una pareja pueden suceder dos cosas diferentes. Por una parte, el reconocimiento del dolor que esa situación provoca, exige un esfuerzo de reflexión y de rescate de cada uno de los afectos puestos en los recuerdos que nos ligan a la persona que abandonamos o nos abandona, como paso necesario para recuperarnos a nosotros mismos. Trabajo que lleva un tiempo que no puede suprimirse ni acelerarse. Pero esta manera de encarar la separación requiere bastante fortaleza psicológica en la persona que atraviesa este duelo, una relativa capacidad de soportar la soledad y encontrar en ella una ocasión de enriquecimiento personal. Pero hay otra salida en casos de ruptura que no es tan saludable, aunque a primera vista parecería ser más práctica, que consiste en negar la importancia del vínculo que se tenía, endurecerse, no sentir pena, arrinconar los recuerdos para que no duelan y sobre todo, dirigirse rápidamente a un nuevo amor que suplante el vacío dejado por la pareja que teníamos, justamente para no encontrarnos con él. Hay personas que hacen esto y aparentemente son más felices y admiradas por los demás que consideran esta conducta como signo de fuerza.  Pero si fuéramos más allá de lo aparente y pudiésemos seguir el rastro de quienes actúan de ese modo, podríamos ver que esas personas no soportan el vacío imposible de llenar en cada uno de nosotros y se aferran al amor ideal del que esperan resuelva todas las insatisfacciones  inevitables a las que la vida nos enfrenta. Entre el “Ay! amor, sin ti mi cama es ancha, ay! amor que me desvela la verdad, entre tu y yo la soledad y un manojillo de escarcha” (canción de Joan Manuel Serrat), pueden haber algunos matices intermedios cuando se acaba la ilusión sin llegar al manojillo de escarcha.

CLAUDIA TRUZZOLI
c.truzzoli@gmail.com
Psicóloga y psicoanalista.




No hay comentarios:

Publicar un comentario