sábado, 4 de mayo de 2013

DIVERSIDADES FAMILIARES



La palabra familia viene del latín  famulus y significa sirviente. Un viejo dicho europeo define la familia como “aquellos que comen de la misma olla”. Esto nos hace pensar en la empleada doméstica conviviente con la familia como parte de la misma, como también se consideraban parte de ella en la Antigua Roma todos los que habitaban en el mismo espacio común. Según definiciones de diccionario, en España,  la familia se define como un grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas bajo la autoridad de una de ellas y otra definición inglesa, como una unidad de personas interdependientes involucradas en transacciones íntimas que comparten recursos, responsabilidades y compromiso a lo largo del tiempo. En esta definición no está tenida en cuenta ni la consanguinidad ni la filiación ni el linaje familiar, pudiendo aplicarse a cualquier grupo de amigos que comparten su vivienda y su vida. Esta definición se corresponde con el carácter más democrático de la familia de nuestros días donde existe una jefatura compartida y un poder más descentralizado porque no hay un solo ingreso ni siquiera uno mayor que otro que aportaba el padre en la familia tradicional. Una serie de televisión que tuvo gran audiencia en su momento, Física o química, nos muestra la plasticidad de los vínculos y las alianzas que se establecen entre los distintos personajes tanto a la hora de establecer lazos eróticos que no solo se limitan a la heterosexualidad, como a la hora de establecer una convivencia, donde también se saltan barreras tradicionales en cuanto a edades de los que se emparejan. Por lo tanto, el concepto de familia no es unívoco e inmutable y para definir que es una familia existen diferentes criterios dependiendo de cada época histórica, lo que muestra la naturaleza ideológica del concepto, más aún si se pretende dar una definición atemporal, que respondiera a una esencia de la familia que pretendiera reflejar una única verdad para definirla. Donald Winnicott, reputado psicoanalista inglés, dio especial importancia al desarrollo de la creatividad como una aptitud que permite el bienestar subjetivo, además de los vínculos emocionales. Simone de Beauvoir en El segundo sexo, más allá de cualquier referencia ilusoria a estados ideales de felicidad, también privilegia las uniones que favorezcan que cada miembro desarrolle sus potencialidades creativas. Ese tipo de alianzas familiares supone que se hayan pactado ciertos acuerdos que permitan el libre despliegue de proyectos personales dentro del marco familiar y que tales intereses se sostengan dentro de un equilibrio que no signifique ni la sofocación de intereses propios ni el descuido de los compromisos necesarios para mantener la unión familiar. Si nos detenemos a pensar en esto llegamos a la conclusión de que es muy difícil establecer ese equilibrio en la actualidad, sobre todo por la crisis económica que paraliza y limita la realización de muchos deseos propios, pero también por razones afectivas es difícil. Prueba de ello es que antes de que estallara la actual crisis, ha habido muchas rupturas del vínculo familiar, intentos de nuevas uniones posteriores al divorcio, familias recompuestas con hijos de unos, de otros y los propios de la nueva unión matrimonial, el alto porcentaje actual de singles de ambos sexos que no quieren renunciar a la libertad de decidir sobre sus proyectos vitales por las ataduras familiares, las nuevas familias monoparentales que deciden criar a sus hijos prescindiendo de una pareja como proyecto familiar, las homoparentales, que parecen optar por vínculos y alianzas familiares menos estereotipadas en los roles tradicionales atribuidos a hombres y mujeres pero que tampoco renuncian a la maternidad ni a la paternidad. Por lo tanto no resulta nada conveniente sostener un discurso totalizador acerca de qué es una familia con la ilusión de que el mismo ordene la experiencia al darle una coherencia que resulta tranquilizadora pero que tiene el inconveniente de no reflejar la realidad social de las uniones familiares, que es mucho más diversa y compleja de lo que un pensamiento conservador quiere creer poniendo el énfasis en la familia nuclear tradicional como la verdadera familia.

Muchos investigadores tanto sociólogos, antropólogos, historiadores y psicoanalistas se han preguntado cuáles son los orígenes de la familia, que es lo que impulsa a los seres humanos a acoplarse en una alianza que supone un compromiso tanto individual como comunitario para defenderse frente a las intrusiones de terceros. No es suficiente invocar la sexualidad como impulsora puesto que no siempre en la historia las alianzas se debían a este motivo, que aunque presente, no era suficiente para justificar el matrimonio. En épocas del Antiguo Régimen los grupos de pares organizados de acuerdo a criterios de edad y sexo eran grandes organizadores de la vida social. Participaban en los nacimientos, las bodas y los funerales que eran acontecimientos comunitarios. Luego de contraer matrimonio la vida social de los hombres se desenvolvía en el bar o en pequeños clubes privados y las mujeres convocaban reuniones para hacer trabajos manuales e intercambiar información. Las trasgresiones al orden social eran multadas o bien sancionadas públicamente con objeto de defender una moral compartida por los demás. Por ejemplo, cuando un marido no controlaba el adulterio de su mujer, se impugnaba el dominio masculino  o si nacían niños ilegítimos, se alteraba el régimen de alianzas. La violencia masculina era penalizada durante un mes especialmente dedicado a las mujeres, pero era castigada con menos énfasis y con mayor lentitud que la femenina. Por tanto, el grupo corregía o expulsaba a los trasgresores a través de encerradas, por ejemplo, a los jornaleros que se casaban con las viudas de sus amos, lo cual ya suponía un cruzamiento de clase social.

El amor romántico surgió en Europa a fines del siglo XVIII y comienzos del  XIX en las clases medias, como resultado de una huida de los controles familiares y un deseo de libertad, posibilitado por la posibilidad de conseguir empleos pagos para las mujeres lo que aumentó su búsqueda de amor y de sexualidad.  Este hecho apartó a la pareja de la supervisión sexual comunitaria privilegiando el afecto, la creación de un nido sentimental para que refugiara a la familia moderna apartándola de la interacción con el mundo que la rodeaba. Esto significó una revolución sentimental en los afectos que no fue ajena a un proceso de estratificación social de clases, rompiendo la homogeneidad social anterior que privilegiaba los vínculos y el control comunitario de las alianzas. Algunos historiadores datan este combate entre la comunidad y la domesticidad en el período entre ambas guerras mundiales. La frase Hogar, dulce hogar comenzó a oírse en 1870. Desde entonces la pareja se apartó de la comunidad, se reforzó la relación con los padres y parientes más próximos pero la cohesión familiar se debía a la importancia dada al linaje -que hegemonizaba la relación más que a los  afectos- por lo cual surgían a menudo disputas por cuestiones patrimoniales. Por tanto, el erotismo no era demasiado importante en la vida de la pareja tradicional. El énfasis en el amor maternal también es propio de esta época. Lo que se vislumbra es que el capitalismo favoreció el repliegue de la familia sobre sí misma creando la familia nuclear tradicional porque el crecimiento económico liberó a las madres de la necesidad desesperada de trabajar por lo que pudieron dedicarse más al cuidado de los niños y menos a la producción material. Esto también trajo como inconveniente el hecho de que atribuyó sólo a las madres a la tarea de producir sujetos, es decir, ser las responsables casi exclusivas del desarrollo emocional de los hijos y del mantenimiento del cuidado en la familia, pero a costa de colocarse en una posición de renuncia a deseos propios ajenos al cuidado de otros. Esa era la familia de la Modernidad.

Pero en el siglo XX hubo otra revolución sentimental que creó otro tipo de familia postmoderna que dio mayor importancia a la erotización de la vida cotidiana y al derecho femenino a tener una sexualidad satisfactoria tanto para hombres como para mujeres, por lo que podríamos caracterizarla en tres aspectos cambiantes con respecto a la familia de la Modernidad: el corte de los lazos entre jóvenes y mayores,  la inestabilidad de la pareja y la ruptura de la idea del hogar como nido o refugio para toda la vida. Entonces para ser precisos no es la familia la que se está destruyendo porque a pesar del alto índice de divorcios, las parejas vuelven a casarse, incluso muchas parejas homosexuales optan por el derecho al matrimonio y a la parentalidad. Si nos atenemos a una definición de familia como la que daba Malinowsky como grupo social organizado en función de la reproducción biológica y social (…)y de las prácticas sustantivas de división sexual del trabajo podemos preguntarnos qué queda de esa definición en los hogares monoparentales dirigidos mayoritariamente por mujeres o de aquellos hogares homoparentales en los que los roles  de división del trabajo son flexibles e intercambiables y crean un estilo de parentalidad no exclusivamente sujeto a la consanguinidad. Estos últimos tipos de unidades familiares no renuncian a tener hijos. En los casos de familias monoparentales que han sido producto de una elección personal las mujeres pueden realizar el deseo de tener hijos propios pero no quieren un marido. En el caso de las familias homoparentales el deseo de maternidad y paternidad se puede satisfacer a través de distintas vías. En el caso de las mujeres  pueden optar por la reproducción asistida cuando no aceptan una relación heterosexual, lo que les permite la posibilidad de tener un hijo biológico, o bien optar por la adopción.  En el caso de los hombres, si éstos no quieren concebir a través del contacto heterosexual, pueden también optar por la adopción o por recurrir a pactos concertados con una amiga o a una madre de alquiler, que aunque no sea legal, existe la posibilidad de hacerlo.

En nuestro medio lo que constatamos es una disminución de la fecundidad de la población autóctona aunque la natalidad ha aumentado gracias a la inmigración. Sin embargo, debido a una mayor participación femenina en el trabajo extrafamiliar, un mayor nivel educativo, unas mayores ambiciones de realización profesional,  todo eso lleva no sólo a la postergación del matrimonio sino también a la decisión de las parejas de postergar la descendencia por los inconvenientes laborales que tal decisión acarrea. Hay empresarios que no contratan a mujeres que piensan tener hijos y tampoco las políticas de conciliación de vida laboral y familiar son efectivas como para alentar que una pareja tenga hijos, porque eso hasta el momento perjudica más a las mujeres, que son quienes tienen que renunciar o postergar otros proyectos cuando deciden ser madres, situación inducida y fomentada por la adaptación a los roles atávicos que las socializan para que su identidad femenina se desarrolle alrededor de la maternidad, negando otro tipo de maneras de ser mujer que no pase exclusivamente por tener hijos. En el caso de los varones, a quienes se les educa desde pequeños en el rol de proveedores económicos de la familia, no les afecta de la misma manera tener hijos o no. La postergación de la decisión de tenerlos la justifican  con criterios más económicos –falta de recursos suficientes-. Si bien podemos alegar  criterios más narcisistas, como inmadurez a la hora de aceptar dejar de ser el niño para su mujer y permitir que un hijo los desplace de ese lugar de exclusividad que tenían en el afecto de ella.

¿Cómo afectan a la constitución de nuevas constelaciones familiares otros factores de organización social en nuestras sociedades del primer mundo? Los adolescentes tienen aparentemente más libertad que nunca pero paradojalmente ven bastante cerrado su horizonte laboral por el paro creciente. La adicción a las drogas, la violencia juvenil si bien exceden la responsabilidad de la familia como causa, dan lugar a intervenciones legales que afectan a la familia porque reducen la potestad de los padres. Nuestra población está envejecida y con carencia de recursos para sostenerse en una etapa no productiva. Carencia unida a una ideología que tiende a negar lo desagradable de la vejez, la muerte, desvalorizando a los ancianos, quienes a veces tienden a evitar el contacto con sus coetáneos porque ven en ellos el espejo del envejecimiento que se avecina y les duele aceptar.  Ideología que también y consecuentemente promociona un universo habitado por una juventud endiosada a la que se le propone como modelo de amor la pasión como bálsamo ilusorio ofrecido a las frustraciones. Modelo que atenta contra todo tipo de compromiso.

Paradójicamente lo que suele llamarse la “familia tipo” es bastante atípica en la actualidad. En Estados Unidos sólo el 7% de las familias norteamericanas está compuesta por ambos padres y sus hijos con el padre proveedor y la madre que cuida del hogar. En nuestro país también ha aumentado significativamente la cantidad de personas que viven solas por elección personal. Pero la necesidad de contar con un lugar donde poder relajarse, descansar de la enorme competitividad y agresividad que se necesita para luchar por la vida, hace que la nostalgia de tener una familia se agudice aunque el progreso de democratización de las relaciones entre hombres y mujeres y el estilo de vida más ambicioso hace imposible la familia tradicional sin la renuncia sacrificial de las mujeres, por una parte, ya que no están dispuestas a retroceder en las conquistas sociales que les garantizan la autonomía económica y profesional. Y por otra parte, tampoco los hombres se plantean un recorte a sus ambiciones. Para resolver qué hacer con los hijos, se necesitaría una política de conciliación laboral y familiar que no implicara un renunciamiento sacrificial a ninguno de los miembros de estas familias para no cargar con un peso excesivo a las abuelas o una carga económica extra para pagar el cuidado de los niños, que no todos se pueden permitir.

¿Cómo resolver entonces estos problemas sin un recurso a la utopía dados los tiempos de crisis económicas que estamos viviendo? Por ejemplo, un compromiso político que ayude a las familias con hijos creando guarderías infantiles financiadas por el estado, ayudando económicamente a aquellas familias con hijos numerosos, creando horarios laborales flexibles que permitieran la coordinación con los horarios escolares para poder recoger a los niños cuando salen del colegio sin tener que agobiar a las abuelas. Todo esto suena a utopía dado lo difícil de su realización. Y esto tiene consecuencias en la familia postmoderna. O se renuncia a ciertos deseos de realización personal para sostener una familia -no sin coste sintomático para las mujeres, que son quienes renunciarían- o si se privilegian deseos propios de realización la pareja se resiente y busca la ruptura del vínculo. La frecuencia de los divorcios en la actualidad testimonia este hecho junto con el irrenunciable deseo de felicidad y refugio en la intimidad que el matrimonio promete antes de que aparezcan los hijos con sus demandas que limitan el deseo de los padres. Laing y Cooper, dos psiquiatras ingleses, pronosticaron en sus libros primero El cuestionamiento de la familia y luego La muerte de la familia. Se estaban refiriendo a la familia tradicional, dado que estos autores eran de la década de los años sesenta, pero estos cuestionamientos se pueden aplicar a todo tipo de familias en la actualidad. No es que sea imposible sostenerse en un proyecto matrimonial, alguna necesidad muy poderosa impulsa a que se siga intentando a pesar de todos los inconvenientes, aunque es verdad que los matrimonios que tienen una posibilidad de mayor duración -aunque esto no signifique ninguna garantía- son aquellos que comparten un proyecto laboral común porque una pareja no sólo se sostiene con el amor sino también con la inclusión sus vidas de otros intereses vitales que los anclan en la realidad como es el trabajo creativo y satisfactorio.  

CLAUDIA TRUZZOLI
c.truzzoli@gmail.com
Ampliación del artículo publicado en la Revista Mente Sana nº 67 con el título Vivir en familia, ¿es posible en la actualidad? Título cambiado por la Revista. 

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