RELACIONES ENTRE COMUNIDADES DIVERSAS
Pensar la política como la condición necesaria para ver y escuchar a otros
diversos que no piensan ni actúan como nosotros mismos, es requisito
imprescindible de la democracia, aunque no el único. La diversidad es requisito
imprescindible de la democracia, condición necesaria aunque no suficiente para
darle lugar. Pero todas las invocaciones a la libertad encuentran su límite en
el derecho a la libertad de los otros, por ejemplo, el respeto de ciertos principios
éticos fundamentales que tienen que regir para todo ser humano, cuya
universalidad no puede ser puesta en duda, siendo algunos de ellos el respeto
por la vida, la salud y la justicia.
En ese sentido, cualquier gobierno totalitario o cualquier pensamiento que
se erija en único posible para encontrar su validación, que pretenda detentar
una única verdad, es profundamente anti-político, sea del signo que sea. El
pensamiento totalitario sólo reconoce como humano al grupo que considera que
comparte sus creencias, sus ideales, su forma de ser y valorar la vida. Se
diferencia de cualquier sujeto que en su narcisismo sólo valora lo semejante
porque si bien comparte con éste ese rasgo, se diferencia del totalitario en
que no quita humanidad al grupo del que se desmarca. Simplemente o lo ignora o
lo desprecia, pero no pretende aniquilarlo ni torturarlo.
En la historia disponemos de numerosos casos de grupos humanos que se
caracterizaron por su exacerbado fundamentalismo. Por ejemplo, los nazis en la Alemania de Hitler, pudieron exterminar a seis millones de judíos
cuando su meta era la aniquilación total de ese pueblo sin ningún
remordimiento. Podían ser hombres muy sensibles con sus allegados y afines, y
al mismo tiempo, ser capaces de una extrema barbarie y crueldad con quienes
consideraban diferentes. Otros ejemplos, los rusos en la época de Stalin, las
recientes guerras en los Balcanes, el trato dado a los prisioneros por los
americanos tanto en Guantánamo como en
las prisiones iraquíes, las barbaridades que se cometen en las guerras contra
las mujeres con objeto de humillar aún más al enemigo, los fundamentalistas que
pretenden imponer un modo de pensar y actuar que implica un sometimiento total
a sus creencias bajo amenaza de muerte al infiel, sólo son muestras de una
negación de la alteridad, tan necesaria para una convivencia democrática y
pacífica. ¿Qué hace falta para que un gobierno totalitario se imponga por el
terror y actúe con carta blanca para eliminar a sus adversarios de la manera
más impune? Sólo una cosa: que tenga el poder para hacerlo y que le quite a los
otros diferentes la condición de semejantes.
Contra todas estas cosas nos alerta el relativismo cultural, pero todos los
movimientos más abiertos a la diversidad, pecan de exceso de tolerancia frente
a ciertas prácticas que bajo la bandera del relativismo cultural, no ponen
límites a la libertad de las comunidades diversas cuando éstas sí pretender
ponerlos a las comunidades en las que se insertan, bajo amenaza más o menos
velada y sobre todo, cuando el respeto exigido a sus costumbres, no se
corresponde paritariamente con el respeto a las costumbres de las comunidades
que los acogen. Toda democracia tiene su punto frágil cuando no pone límites
que respeten la libertad de todos, lo cual implica respetar las diferencias y
no imponer normas ajenas a cada comunidad. De lo contrario, si no se hace esto,
se favorecen los movimientos de reacción dando lugar a nostalgias totalitarias
que podrían expresarse parafraseando a Jorge Manrique: Todo dictadura pasada
fue mejor.
CLAUDIA TRUZZOLI
CLAUDIA TRUZZOLI
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