viernes, 1 de febrero de 2013

RELACIONES ENTRE COMUNIDADES DIVERSAS

RELACIONES ENTRE COMUNIDADES DIVERSAS
  
Pensar la política como la condición necesaria para ver y escuchar a otros diversos que no piensan ni actúan como nosotros mismos, es requisito imprescindible de la democracia, aunque no el único. La diversidad es requisito imprescindible de la democracia, condición necesaria aunque no suficiente para darle lugar. Pero todas las invocaciones a la libertad encuentran su límite en el derecho a la libertad de los otros, por ejemplo, el respeto de ciertos principios éticos fundamentales que tienen que regir para todo ser humano, cuya universalidad no puede ser puesta en duda, siendo algunos de ellos el respeto por la vida, la salud y la justicia.

En ese sentido, cualquier gobierno totalitario o cualquier pensamiento que se erija en único posible para encontrar su validación, que pretenda detentar una única verdad, es profundamente anti-político, sea del signo que sea. El pensamiento totalitario sólo reconoce como humano al grupo que considera que comparte sus creencias, sus ideales, su forma de ser y valorar la vida. Se diferencia de cualquier sujeto que en su narcisismo sólo valora lo semejante porque si bien comparte con éste ese rasgo, se diferencia del totalitario en que no quita humanidad al grupo del que se desmarca. Simplemente o lo ignora o lo desprecia, pero no pretende aniquilarlo ni torturarlo.

En la historia disponemos de numerosos casos de grupos humanos que se caracterizaron por su exacerbado fundamentalismo. Por ejemplo, los nazis en la Alemania de Hitler,  pudieron exterminar a seis millones de judíos cuando su meta era la aniquilación total de ese pueblo sin ningún remordimiento. Podían ser hombres muy sensibles con sus allegados y afines, y al mismo tiempo, ser capaces de una extrema barbarie y crueldad con quienes consideraban diferentes. Otros ejemplos, los rusos en la época de Stalin, las recientes guerras en los Balcanes, el trato dado a los prisioneros por los americanos  tanto en Guantánamo como en las prisiones iraquíes, las barbaridades que se cometen en las guerras contra las mujeres con objeto de humillar aún más al enemigo, los fundamentalistas que pretenden imponer un modo de pensar y actuar que implica un sometimiento total a sus creencias bajo amenaza de muerte al infiel, sólo son muestras de una negación de la alteridad, tan necesaria para una convivencia democrática y pacífica. ¿Qué hace falta para que un gobierno totalitario se imponga por el terror y actúe con carta blanca para eliminar a sus adversarios de la manera más impune? Sólo una cosa: que tenga el poder para hacerlo y que le quite a los otros diferentes la condición de semejantes.

Contra todas estas cosas nos alerta el relativismo cultural, pero todos los movimientos más abiertos a la diversidad, pecan de exceso de tolerancia frente a ciertas prácticas que bajo la bandera del relativismo cultural, no ponen límites a la libertad de las comunidades diversas cuando éstas sí pretender ponerlos a las comunidades en las que se insertan, bajo amenaza más o menos velada y sobre todo, cuando el respeto exigido a sus costumbres, no se corresponde paritariamente con el respeto a las costumbres de las comunidades que los acogen. Toda democracia tiene su punto frágil cuando no pone límites que respeten la libertad de todos, lo cual implica respetar las diferencias y no imponer normas ajenas a cada comunidad. De lo contrario, si no se hace esto, se favorecen los movimientos de reacción dando lugar a nostalgias totalitarias que podrían expresarse parafraseando a Jorge Manrique: Todo dictadura pasada fue mejor.

CLAUDIA TRUZZOLI



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