Dra. En Psicología
por la UAB en el ámbito
de la Psicología
Social. En el momento de la entrevista era Directora General de Igualdad de Oportunidades en el Trabajo del
Dep. de Trabajo de la
Generalitat de Catalunya y Docente de Tercer Ciclo Universitario.
Fue Presidenta del Institut Catalá de les Dones en 2006. Su último libro Sin cadenas. Nuevas formas de libertad en el
siglo XXI.
C.T.: Tu
libro Sin Cadenas es enormemente rico
y muestra un gran interés por la creación de las condiciones sociales que
posibiliten la libertad y mejores relaciones humanas. Tratas temas casi tabú
cuando hablas de la familia nuclear y cuestionas su grado de salud o cuando
hablas de cómo los hijos inciden en el aumento de los conflictos de pareja. ¿Tú
crees que otros modelos de familia podrían conciliar el tener hijos con un
desarrollo personal?
S.B.: Yo
creo que la familia tradicional respondía a las necesidades de una época vital
determinada y además aseguraba el control social, básicamente, de las mujeres.
De ahí es de donde proviene, no significa que en este momento esté igual, pero
está claro que la exclusividad del castigo por la infidelidad para las mujeres,
-que no para los hombres-, es una manera de asegurarse que esos hijos son de
ese hombre y que el cuerpo de la mujer y toda su autonomía está controlada, por
lo tanto, ya no puede ser libre. No hay más que leer hace unos años todo lo que
se destinaba a las mujeres como esposas y como madres. Y es cierto que aún
habiendo evolucionado mucho y que las mujeres nos hemos hecho más autónomas e
independientes y que queremos controlar nuestra propia vida, así y todo, hay
algunos núcleos estructurales entre hombres y mujeres, que necesitan cambiar
porque sigue estando idealizado el amor romántico, que parece que tiene que ser
la fundamentación de la familia. Cuestiones como la paternidad, la maternidad y
los hijos, necesitan ser revisadas desde otras premisas porque no han cambiado
tanto. Eso significa que a pesar de todo, cuando la gente establece una
relación afectiva y de familia, cree toda una serie de parámetros que después
la psicología social ha mostrado que no son ciertos. Por ejemplo, esperar que
el hombre sea una especie de “príncipe azul” que provea de todo el confort, los
cuidados, la protección que la mujer necesita, o que ella sea una persona que
no tenga otras necesidades más allá que cuidar a su marido y a sus hijos. Y eso
aunque nos parezca que está superado, no es así en cuanto entramos en las
consultas psicológicas, o entramos, como yo he hecho en mi libro, a hablar con muchas mujeres. Sigue estando en
el fondo, la exclusividad, los celos como forma de amor, creyendo que la
posesividad es signo de amor, cuando en realidad es al contrario, porque cuando
las personas se aman lo que se permiten es la libertad entre sí. Por ejemplo, que el advenimiento de un hijo/a
sea lo más libre del mundo y jamás se contemplen otras posibilidades, también
es una idealización. Cierto que es una experiencia de intensa felicidad cuando
es deseado, pero también es cierto que la pareja tiene que resituarse y tener
un nivel de madurez muy alto no basado en los ideales del amor romántico, sino
en un proyecto vital compartido para que eso funcione. Entonces la pregunta es
si otros modelos servirían. Yo creo que la familia nuclear en concreto es menos
saludable que las familias extensas, es decir, que cuando hay más relaciones
hay más posibilidades de crear redes, de sentirse confortado y tener ayuda y
vivir otras emociones y otras experiencias, porque está claro que una persona
no puede ser el todo para otra ni debe serlo porque tiene que existir la
amistad, las relaciones laborales, otro tipo de relaciones. El modelo
tradicional en este sentido está siendo superado sino por la teoría, sí por la
práctica de distintas familias.
C.T.: Es
interesante lo que dices porque es cierto que hay una gran brecha entre la
práctica social y la teorización de lo que concierne a la diversidad de
familias que contamos hoy, que no tienen cabida teóricamente. A mí me preocupa
como psicóloga el atraso conceptual que siguen teniendo ciertas posturas
conservadoras entorno a estos temas.
S.B.: Yo
creo que la Iglesia Católica
aún sigue teniendo una gran influencia en que haya temas que aún continúen
siendo tabú.
C.T.:
Ciertamente, pero yo pienso que además existe un gran temor a integrar dentro
de la teoría esta diversidad de familias porque existe un gran temor a que se
descubran falsos los pilares que ideológicamente sostienen la familia nuclear.
Uno puede tener varios padres o madres, en las familias mosaico o
reconstituidas, o tener dos padres o dos madres en las homoparentales, o sólo
un progenitor en las monoparentales o monomarentales. Estamos muy
acostumbrados/as a definir la identidad como un bloque unívoco de deseos, cosa
que se ha demostrado totalmente falsa desde la clínica, desde la práctica
cotidiana, desde los sueños que cada cual tiene, que son totalmente
heterogéneos. Eso da miedo, sobre todo a lo que pueda cuestionar el vínculo
entre un hombre y una mujer, como si fuera un ataque o una amenaza a este
vínculo, el aceptar como normales otros tipos de familias. Me preocupa que este
hecho no se trasmita más como formación de los psicólogos/as.
S.B.: Es
cierto, además los psicólogos/as tenemos la oportunidad de contrastar con la
realidad y contrastamos como el deseo de las mujeres sigue estando muchas veces reprimido porque ni ellas mismas
se atreven a verbalizarlo.
C.T.: Es
cierto. Yo tengo la ocasión de tratar con muchos grupos de mujeres por toda
Cataluña y la experiencia que yo tengo es que cuando hablamos de temas que les
preocupan muchas de ellas sienten un enorme agradecimiento porque rompen cierto
aislamiento al hablar de cosas que sienten y darse cuenta que son compartidas
por otras. Muchas de ellas son amas de casa, sobre todo en los pueblos, Y lo
que aprenden es que el silencio que mantenían era por miedo a ser calificadas
de raras o inadecuadas, o transgresoras. Por tanto es un alivio para ellas sentirse
además respaldadas por una profesional.
S.B.: Es
verdad. En todo esto hay una serie de tabús en reconocer que en la vida hay
muchos deseos, intereses, y no sólo uno relacionado con la familia.
C.T.: o con
el amor.
S.B.: Sí,
por ejemplo con la maternidad pasa muchísimo. Yo hice un análisis en otro libro
que escribí junto con la doctora Teresa Suñé, El cuerpo silenciado, un análisis sobre la maternidad. Es un mundo
absolutamente utópico, idealizado. Es verdad que la experiencia de un hijo es
maravillosa y ninguna de nosotras la cambiaría por nada, pero si no somos
capaces de identificar aquello que nos genera malestar y que en realidad no es
tan maravilloso será difícil que seamos personas completas. Por ejemplo, muchas
mujeres con las que yo hablo me dicen que en las primeras épocas de la infancia
sufren una descapitalización intelectual terrible.
C.T.: es
que tener hijos implica muchas renuncias personales a otros intereses, sobre todo al principio, porque
dependen absolutamente de las madres.
S.B.: Sí,
pero eso casi no está escrito en ningún lugar que las mujeres se descapitalicen
intelectualmente y que además las mujeres lo sientan como un vacío. Es cierto
que los hijos cubren una gran parte de la vida pero no la cubren toda. Volvemos
a estar igual que en la relación de pareja. Y si esta mujer expresa deseos de
formarse, de salir, de otras cosas, está penalizada socialmente. Además ella
misma considera que no debe hacerlo porque debe dedicarse en cuerpo y alma a la
crianza. Yo no creo que deba hacer tantas renuncias, creo que lo que tenemos
que hacer es compartir más para que esas mujeres no tengan que renunciar a otra
parte de su vida, a la creatividad, a formarse, porque esa descapitalización
intelectual cuesta mucho intentar recuperarla después en muchos casos.
C.T.: ¿Tú
no crees que para que puedan compatibilizarse todas estas cuestiones no tiene
que ver la responsabilidad del padre en implicarse más?
S.B.:
Justamente, pero no implicarse más sino a partes iguales.
C.T.:
Bueno, lo de partes iguales sería un ideal a lograr (risas), pero por lo menos
que se implique.
S.B.:
Claro, porque las mujeres siguen siendo absolutamente responsables de las
criaturas, incluso cuando los hombres colaboran lo hacen parcialmente, pero la
responsabilidad general y mental es de ellas y les deja muy poco espacio para
desarrollar otros aspectos. Pasan a ser madres y dejan todos sus otros ámbitos
como profesionales en un segundo lugar y después lo sienten mucho, pero como no
se verbaliza no podemos afrontarlo.
C.T.: ¿Tú
no crees que esta dificultad de verbalizar estos otros deseos que van más allá
de la maternidad no es resultado de la distorsión y ocultamiento que hace
nuestra cultura al sofocar a la mujer deseante y pretender definir su identidad
femenina casi exclusivamente con la maternidad?
S.B.: Todo
esto proviene de la tradición en que las mujeres han estado indisolublemente
ligadas a la biología. Es decir, las mujeres son madres porque esto es nuestra
vocación, además según la teoría biológica hay un instinto maternal brutal,
cosa que también se ha mostrado que también es absolutamente cultural. No
existe un instinto que nos diga como tenemos que hacerlo todo, lo tenemos que
aprender.
C.T.:
Incluso como deseo de maternidad
S.B.:
Exactamente, pero al ligarlo a la biología, hace que la mujer no sea un ser
humano cultural, sino biológico, que no
desarrolle sus otras potencialidades, como arte, cultura, lo que incide en la
vida.
C.B.: Hace
poco me citaron en un grupo de mujeres jóvenes para hablar sobre maternidad y
sexualidad porque estaban muy preocupadas por este tema. Me preguntaban si la
reducción de libido durante la lactancia tenía que ver con el placer que
sentían al dar de mamar. Es cierto que algo de eso tiene lugar porque hay
inhibiciones que pueden dar lugar a una interrupción de la lactancia por miedo
a ese placer. Pero no sólo se debe a eso la reducción de libido sino también a
todo el peso de la cultura que prescribe a la madre satisfacerse absolutamente
con su maternidad, lo que implícitamente proscribe su sexualidad más amplia. Es
que desde el momento en que hablamos damos significados a las cosas,
interpretamos los hechos, lo que otros quieren de nosotras, lo cual modifica radicalmente todo aquello
que se llama instinto como lo que pertenece a la materialidad del cuerpo. Por
eso es más correcto hablar de pulsiones.
S.B.:
Además se ha mostrado que cuando los hombres se implican desde el principio en
esta crianza en igualdad también desarrollan esto que se considera instinto,
con lo cual ya no podemos decir que se trate de un instinto. Los padres jóvenes
que se implican en la crianza también perciben cuando el niño se siente mal, se
levantan por las noches, sufren cuando creen que está enfermo, es decir, lo que
se llama instinto es una atención muy centrada en un ser indefenso que acaba de
nacer y esto lo puede desarrollar tanto una mujer como un hombre. La mujer lo
desarrolla más naturalmente porque lo ha tenido en su seno pero como todo en
los seres humanos, es una biología conformada culturalmente.
C.T.: Esto
me lleva a cuestionar que el concepto de transgresión no siempre es
característico de la perversión sino un motor cultural de cambio y en el tema
que nos ocupa, la transgresión representa un alto índice de salud mental.
S.B.:
Justamente, además estaba leyendo un informe que dice que las mujeres que viven
con hombres igualitarios tiene un índice de salud mental mucho más alto que las
que no, -parece lógico pero vale la pena reafirmarlo-, que las mujeres que
desarrollan una vida autónoma e independiente, que trabajan fuera de casa,
tienen un sueldo propio y se sienten más libres, tienen un índice de salud
mucho mayor que las mujeres que no trabajan en casa y por tanto son dependientes.
Hay cada vez más estudios científicos y rigurosos que muestran eso. O sea, que
la trasgresión en lo que se refiere a los estereotipos clásicos es altamente
positiva tanto para el desarrollo personal como incluso para la salud mental
que en estos momentos está acosando más a las mujeres, porque se han triplicado
en los últimos diez años los índices de enfermedad mental, y en las mujeres
básicamente está centrado en la depresión y en la angustia, yo creo que tiene
relación con el vacío y el malestar que hay en nuestra sociedad. Justamente
están más protegidas aquellas que son más libres, las que deciden su vida, las
que son trasgresoras.
C.T.: Los
estereotipos tradicionales de masculinidad y feminidad son altamente
patológicos entonces.
S.B.: Sí,
lo que ocurre es que aquí la lucha es enorme porque tenemos toda una serie de
cuentos infantiles tradicionales y la
Disney en la actualidad, que sigue repitiendo los
estereotipos según los cuales son premiadas las niñas y las mujeres que son
pasivas, sumisas y que esperan que el mundo decida por ellas. Y en cambio, las
brujas son aquellas mujeres que tienen un objetivo y lo quieren conseguir. Ésas
son las que en el cuento están castigadas. Y las madrastras. Están explicando
claramente y eso nos lo explican desde que somos criaturas, cuál es nuestro
modelo si queremos tener éxito, que después vemos que el éxito postulado es un
hombre, no es ser una gran científica, o ser una mujer que cambie el mundo del
arte con sus obras pictóricas, el éxito es conseguir al hombre más preciado. Y
eso se sigue trasmitiendo así. Hay un estudio reciente de las películas de Walt
Disney que mostraba cómo los estereotipos se seguían manteniendo. Sólo
excepcionalmente en una de sus películas donde se mostraba una chica que no
respondía a los estereotipos clásicos la mostraba poco femenina, adoptando
miméticamente un patrón masculino. Lo que tenemos que reivindicar es que en la
personalidad femenina también existe la decisión, también existe el deseo de
libertad y existe el liderazgo, existen porque están en la personalidad de las
mujeres. No son atributos exclusivamente masculinos. No se trata de que las
mujeres sean como hombres, se trata que las mujeres sean seres humanos, como
decía Simone de Beauvoir.
C.T.: yo
creo que el gran fallo en estas cuestiones es pensar en la dicotomía que
imponen los estereotipos como absolutos, porque en realidad la asunción del
género en cada persona supone una mezcla de atributos que arbitrariamente se
polarizan en masculino y femenino. Lo que hace que la experiencia vivida y real
del género incluya características de ambos polos tanto en hombres como en
mujeres. Por la misma razón, cuando se dice que para lograr un mundo más justo
habría que feminizar a los hombres, yo corregiría y diría que feminizarlos no, sino
acercarlos a la sensibilidad, porque sino sería suponer que la sensibilidad
sólo es femenina.
S.B.:
Exactamente, muy buena puntualización, pero lo que sucede es que lo que tú
estás mostrando implica una complejidad mucho mayor que los estereotipos, y en
psicología social, nos enseñan que es mucho más fácil otorgar unos rasgos
determinados a un colectivo y a otro y así no tenemos que hacer un proceso de
elaboración, ya los hemos asignado y es mucho más sencillo para categorizar,
pero en realidad la vida es mucho más compleja. Cuando en el pasado a una mujer
se la trataba como una mullier virilis, o
sea, una mujer que estaba preocupada por lo intelectual, por la política, por
la escritura, por ejemplo George Sand, Simone de Beauvoir, se consideraba que eran
como hombres. Y no es cierto. En todo caso, son mujeres que están desarrollando
una parte de su personalidad absolutamente necesaria pero que no se había
atribuido a las mujeres.
C.T.: Un
libro de Betty Fridam, La mística de la
feminidad, nos muestra cómo en los años ‘50 en Norteamérica, se hacía toda
una publicidad dirigida a identificar la auténtica
identidad femenina con el exclusivo deseo
de casarse, cuidar del marido y los hijos, sobre todo cuando después de acabada
la II guerra
mundial había que convencer a las mujeres de que volvieran al trabajo doméstico
y dejaran sus puestos libres para los hombres que volvían de la guerra.
S.B:
entonces las malas eran las
ambiciosas, lo que en una mujer es considerado un defecto y en cambio en un
hombre es una virtud.
C.T.: Una
antigua polarización del imaginario social masculino era dividir a las mujeres
en madres y santas por una parte y malas y putas por la otra. Pero como no se
ha podido sostener que las buenas mujeres no tengan apetencias sexuales, hoy
día la antigua polaridad queda reemplazada por otra más suave, las malas son
las independientes, las que trabajan y las buenas son las casaderas. Esto me
preocupa porque es algo que detecto en jóvenes mujeres que sufren lo que tú
llamas el espejismo de la igualdad, que les lleva a creer que todo está
conseguido en la lucha por la igualdad porque todavía no se han encontrado con
las desigualdades que aún hoy siguen existiendo.
S.B: Eso es
cierto, porque cuando se es una adolescente cuesta ver las diferencias. El gran
batacazo –que no es el único- nos lo damos las mujeres en el momento de la
maternidad, de asumir la responsabilidad de cuidar a un hijo/a o de cuidar a
las personas mayores. Entonces es cuando nos damos cuenta que existe una gran
diferencia todavía, porque muchas mujeres se ven obligadas a renunciar a sus
obligaciones profesionales o al ámbito laboral o cultural y creativo y es
entonces cuando se dan cuenta que no hay igualdad. Ocurre que en muchos casos
es demasiado tarde y ellas así lo explicitan, pensaban que eran iguales en
derechos y cuando llegaban esos momentos se daban cuenta que no lo eran. Creo
que es básico en este sentido que desde pequeñitos/as cuando se establecen las
primeras relaciones se trabaje la coeducación, que no es sinónimo de escuela
mixta, tiene que ser por supuesto mixta pero coeducativa, o sea, que las niñas
y los niños puedan jugar con juguetes que elijan ellas y ellos, que puedan
desarrollarse tal como son. Eso es fundamental porque sino se desarrolla la
idea de que ya hemos conseguido todo y ya no hay más nada que hacer y sin
embargo, tenemos grandes aspectos como todos estos que hemos estado hablando en
el ámbito laboral y de la salud y otros como el del ocio donde hay unas
diferencias abrumadoras, por ejemplo, el nivel de deporte que practican las
mujeres es bajísimo, ¿eso quiere decir que a las mujeres no les gusta el
deporte? Les gusta igual que a los hombres desarrollar y cuidar el cuerpo, no
me estoy refiriendo a mirar partidos por la TV , lo que ocurre es que no tienen tiempo. No
pueden hacerlo por la doble jornada y otros motivos. Pero estas dificultades
están ocultas por el espejismo de la igualdad que nos dan las leyes. Leyes que
son absolutamente necesarias, y España se ha colocado como pionera, pero no
existe una igualdad efectiva por la que tenemos que luchar para no dar pasos
atrás, porque es muy fácil retroceder.
C.T.: Es
que muchas jóvenes que encuentran dificultades reales para acceder al trabajo,
o por los empleos mal pagados las que los tienen, por la vida agobiada que ven
que llevan sus madres que trabajan fuera, tienen una fantasía que las lleva a
soñar con posiciones más conservadoras porque creen que es más fácil encontrar
un marido que las mantenga e idealizan el ser amas de casa como una tarea más
fácil. Sin embargo las estadísticas que tú señalas en tu libro acerca de la
salud de las amas de casa desmienten esa creencia.
S.B.:
Exactamente, es por la influencia del mito del hogar que nos ha venido
trasmitido tantas veces. Mito que no es cierto porque cuando es una única
ocupación la del hogar, es una ocupación que no está valorada socialmente, que
daña la autoestima de las mujeres, que hace que muchas de ellas, sobre todo si
son de clase socio-económica baja, no puedan relacionarse con otras, conlleva
aislamiento. En general, los índices de salud tanto física como mental, son
peores en las amas de casa. Lo que ocurre es que es de esos temas que tampoco
se ponen sobre la mesa porque romperían esa imagen idílica del hogar. El hogar
es sano cuando es compartido, cuando es igualitario, cuando la pareja y las
personas que viven en el hogar comparten y cada una desarrolla su vida, sino no
lo es. Y tiene muchos costes para las mujeres. Por ejemplo, el hecho que tú
comentabas, la aspiración a que un hombre las mantenga es terrible porque es
una renuncia a la propia libertad y es una cuestión que como entra dentro del
amor romántico, -alguien que me quiera tanto como para que yo no tenga que
trabajar-, después eso tiene unas contrapartidas enormes. Sabemos que eso no
funciona así. Y llega un momento en que esa dependencia tiene unas
consecuencias peligrosas porque lastran la libertad. Esta imagen de mujer
dependiente está presente porque todavía la seguimos trasmitiendo. Deberíamos
trasmitir la imagen que cada mujer tiene que ser dueña de su vida y para eso
tiene que buscar los medios para sustentarse a sí misma.
C.T.: Sí,
pero para ello habría que mostrar las ventajas que eso tiene para que no suene
como una proclama ideológica, porque a veces las mujeres dicen que les gusta
ser amas de casa porque aún no se han encontrado con las consecuencias de la
pérdida de quien las mantiene, y cuando sucede eso se dan cuenta que han
perdido el tren de formarse y estar preparadas para sustentarse a sí mismas.
S.B.:
Además han perdido a los amigos o no han tenido amigos propios ni amigas, ni
experiencia profesional porque no se han formado. El mundo no puede ir adelante
sin nosotras y es emocionante poder participar en la ciencia, en el arte, en la
cultura, en las grandes obras que cambian el mundo. El ámbito privado es muy
importante pero también lo es el ámbito público. ¿Cómo puede ser que las
mujeres no queramos estar ahí? Es una gran gratificación.
C.B.: Tú
como política sabes que se pueden adoptar medidas que favorezcan la igualdad.
Es el tema del departamento de trabajo que llevas como directora. No me refiero
sólo a igualdad de derechos sino a igualdad en el posible desarrollo o cambio
que hacen bastante insana la vida en común. Las feministas decían lo personal
es político y es verdad que si la política fuera sensible a las necesidades de
las mujeres y no fuera deudora morosa con ellas, debería propiciar leyes que
favorecieran horarios y contrataciones más flexibles, que reconocieran la utilidad
de la maternidad y crearan las condiciones sociales para permitirla. Por un
lado se idealiza la maternidad pero por otro se la dificulta. Hay muchas
mujeres jóvenes que tienen que optar entre estudiar una carrera o tener hijos.
S:B: Lo que
hay que lograr es crear las condiciones para no tener que optar. Como hacen los
hombres. También hay que promocionar el derecho a la paternidad responsable y
venderlo como un valor para los hombres. La política en este caso tiene un
papel muy importante a jugar en esto, lo que ocurre es que es un cambio muy
estructural. Fijémonos que si hacemos políticas para compartir las tareas
domésticas, el cuidado de los hijos, eso automáticamente implica compartir
también el ámbito público y compartir el poder y aquí hay dificultades de
sesión porque cuando se ha estado en una posición privilegiada nadie quiere
dejarla. Pero pasa igual a mujeres que a hombres. Lo que sucede es que las
mujeres hemos tenido menos espacios de poder. Cuántas mujeres dicen la cocina
es mía y no quiero que entre mi marido porque es la única parcela de poder que
tiene. A los seres humanos nos cuesta compartir el poder. A unos en uno
pequeñito, a otros en uno más grande.
C.T.: Por
eso los hombres temen bastante el poder femenino porque piensan que cuando las
mujeres lo tengan van a hacer lo mismo que ellos. De ese modo, se sienten los
grandes perdedores.
S.B.: Por
eso es que a pesar de los grandes avances en políticas de igualdad hay unas
resistencias enormes a estas políticas y en el núcleo está el compartir el
poder. Esa es la gran dificultad.
C.T.:
Hablando de resistencias, he leído hoy en La Vanguardia que el
Gobierno Catalán optaba por la custodia compartida en casos de divorcio
contencioso. Idealmente está muy
bien…
S.B.: Si ya
existiera la igualdad…
C.T.: La
igualdad como premisa, pero también si ya existiera un compromiso afectivo, una
madurez, un deseo de ocuparse de los hijos por parte de los padres (hombres).
Me preocupa el auge del concepto Síndrome de Alienación Parental, que está causando
muchos daños en los juzgados de familia y ha perjudicado a muchas mujeres que
quieren defender a sus hijos de padres abusadores o violentos, sobre todo.
S.B.:
Además no está comprobado que exista. Hay una gran polémica entorno a este
Síndrome. Psicólogos que dicen que sí, psicólogos que dicen que no.
C.T.: No
voy a insistir por quien fue creado porque su creador publicó escritos
defendiendo que el incesto era bueno para los hijos, pero como concepto en sí
mismo es peligroso porque una mujer que denuncia a su marido por abusador o por
maltratador de sus hijos se convierte en sospechosa, se descalifica su
testimonio de entrada, así como también el de sus hijos porque se supone que
están programados por su madre para testificar en contra del padre. Hay maneras
de probar si ha habido abusos. Los informes psicológicos que pretenden ser
neutros pueden no serlo si se cree en este síndrome a priori. Si este concepto
ha sido rechazado por instituciones importantes en salud mental de todo el
mundo, ¿cómo es que ha tenido este auge en nuestros juzgados?
S.B.:
porque cualquier excusa es buena para mantener esta resistencia a la igualdad.
Tenemos que ir hacia una custodia compartida pero hay que estudiarse los casos
con lupa porque puede haber muchas equivocaciones.
C.T.: La Asociación de Dones
Juristas piensa que muchos padres que reclaman la custodia compartida no lo
hacen por un interés real hacia sus hijos sino por venganza hacia sus mujeres
porque los han dejado y los han puesto en evidencia.
S.B.: Hay
muchas formas de venganza, una es la violencia de género física, psicológica y
otra es ésta. Para muchos hombres es muy duro que su mujer los abandone porque
estaban acostumbrados a un rol hegemónico y este rol queda cuestionado cuando
son abandonados. Entonces se defienden de todas las maneras posibles y esta es
una forma de no afrontar la libertad de las mujeres. Hay que estar muy alerta
porque es muy peligroso.
C.T.: En
una ocasión pregunté a Amelia Valcárcel si ese afán de dominación en el hombre
y esa tendencia a la sumisión en la mujer vienen con la materialidad del cuerpo
y hasta qué punto la cultura puede modificar eso dada la persistencia de los
estereotipos a pesar de los grandes cambios culturales. Ella me contestó que no
le preocupa en absoluto, porque con mayores batallas nos hemos metido y las
hemos ganado. Esto lo asocio a algo que me preocupa en las adolescentes de 15
años en los institutos que eligen como primera pareja al chico más bruto, que
responde más a los estereotipos clásicos, porque piensan que van a estar más
protegidas, pero buscan como amigo íntimo al más sensible. Aunque la
experiencia posterior de las mujeres que han hecho esta elección, cuando se
aperciben de que los inconvenientes son mayores que las ventajas, vuelven al
sensible.
S.B.: Pasan
una primera fase de ensayo y error.
C.T.: Por
eso Freud decía que un segundo matrimonio funciona mucho mejor…
S.B.: Eso
muestra justamente la fuerza de los estereotipos y de los roles porque los
medios de comunicación tienen un papel fundamental a jugar, porque siguen
mostrando hombres clásicos, potentes, que dominan y en cambio, la mujer tiene
un papel más de objeto, y eso lo van recibiendo constantemente.
C.T.: No es
lo mismo jugar a representar un papel de objeto que creérselo. El problema es
que se lo creen. Y si no tienen un papel de objeto aparecen como malas. En la
última propaganda de coches que he visto, una mujer y un hombre están en sus
respectivos coches esperando en un semáforo, él la mira y ella le responde con
recato, pero cuando vuelve a mirarla, ella aparece como mujer deseante pero con
una estética que recuerda a la mujer sádica. O sea, se identifica el deseo en
la mujer, como algo que la hace mala.
S.B.: es lo
mismo que en los cuentos con las brujas o las madrastras. Es la repetición de
roles pero con formas más modernas. Por eso creo que en la parte educativa y
afectiva de las relaciones personales tenemos mucho que avanzar y enseñar
porque si sólo lo hacemos a nivel de leyes no es suficiente, el cambio está en
los sentimientos, en la imaginación de las personas.
C.T.: Estas
medidas sociales inciden desde fuera hacia dentro pero para lograr un cambio
real es importante que vayan desde dentro hacia fuera.
S.B.: Sí,
nos quedan años aún para lograrlo.
C.T.: Por
eso me parece importante la iniciativa del ICD de ofrecer a las asociaciones de
mujeres los talleres de salud porque se tratan temas que tocan los sentimientos
y rompen el aislamiento de las mujeres potenciando concienciación e insight.
Además en tu libro me parece importante el papel que le asignas al ocio, el
bueno, no el banal, necesario para encontrase con los propios sentimientos. El
coro de voces que hacen las mujeres que citas es muy divertido por las
ocurrencias que hacen, que no sólo neutralizan los mensajes publicitarios sino
que ofrecen alternativas creativas y sanas.
S.B.: Yo
creo que tenemos que trabajar mucho el concepto de empoderamiento de las
mujeres que si bien es colectivo, lo tenemos que trabaja a nivel individual.
Este empoderamiento es una protección contra todas estas barreras y es lo que
permite la libertad. Significa autodeterminación, pensar que queremos hacer de
nuestra vida y llevarlo a cabo. Independientemente de lo que los demás esperen,
quieran o deseen, porque las mujeres somos más vulnerables a la influencia
social porque hemos estado educadas para desear ser queridas, para estar de
acuerdo con todo el mundo, por eso cuesta transgredir, tomar decisiones. Por
eso el empowerment tiene que trabajarse de forma más personal, en estos
talleres de salud, que son grupos pequeños
C.T.: en
psicoterapia también, aunque con alguien que tenga clarísimas estas cosas. Y es
probable que los hombres tengan más puntos ciegos en esta cuestión porque
tienen que ceder poder y eso les asusta.
S.B.: El
movimiento feminista siempre ha contado con hombres que las han apoyado y cada
vez hay más, pero son minoría. Y también es verdad que las mujeres feministas
son minoría en el colectivo de mujeres porque el feminismo requiere llegar a un
nivel de conciencia. No por el hecho de nacer mujer se defienden los derechos
de las mujeres. Lo mismo sucede con
cualquier ideología, una tiene que darse cuenta antes para propiciar un cambio
en su propia vida.
C.T.: Esto
que dices es importante porque cuando muchas mujeres se dan cuenta de cuál es
su situación real en la sociedad optan por colocarse del lado del opresor como
una forma de lograr poder.
S.B.: y de
sobrevivir
C.T.: con
lo cual se convierten en más machistas que el machismo mismo.
S.B.:
Además han sido educadas igual que ellos. Hay que hacer un proceso de
concienciación para percibir las diferencias de poder.
C.T.: El empowerment de las mujeres choca contra
un prejuicio bastante extendido en el imaginario masculino y es que una mujer
empoderada, más segura de sí misma, que da curso a sus ambiciones, a sus
necesidades de prestigio, pierde su receptividad, su necesidad de querer, sus
deseos de ampararse en alguien, sea quien sea ese alguien, y eso no es verdad.
S.B.: Eso
es porque hay que despegar el poder de sus connotaciones del poder patriarcal.
Tal como decía Foucault no podemos escapar al poder y el poder existe en todas
relaciones personales y además tiene una amplia vertiente positiva puesto que
es lo que nos permite decidir, hacer, cambiar las cosas. Lo que ocurre es que
las mujeres siempre hemos tenido mucho miedo al poder e incluso algunas a
contaminarse con el poder. Aunque ellas mismas lo estaban ejerciendo y
utilizando en sus relaciones porque es imposible no ejercerlo ni utilizarlo. Lo
que ocurre es que tenemos que extraer el poder de lo que es el sistema
patriarcal y hablar de un empoderamiento que lo que nos está diciendo es como
realizarnos personalmente sin ser dependientes y sumisas. Ser nosotras mismas.
Eso es tener poder sobre una misma para poder cambiar el mundo, sino no se
puede cambiar.
C.T.: Tener
poder para poder entregar lo mejor de nosotras mismas porque no hay nada que
atente más contra la auténtica generosidad que te impongan cosas que no tienen
relación con lo que tú espontáneamente deseas.
S.B.: Es
muy difícil que las mujeres puedan dar si ellas no tienen dentro de sí mismas,
es decir, que la supuesta abnegación no es tal, en realidad, es la única
posibilidad de supervivencia. Cuando una puede dar es cuando tiene y para eso
se tiene que haber construido a sí misma.
C.T.: Y
tiene que haberse dado espacios de placer, de silencio, como tú señalas en tu
libro, porque es la única manera de encontrarse con el deseo, cuando una se
refugia en soledad, en silencio, conecta con sus sentimientos, con lo que le
falta, que es lo que mueve el deseo.
S.B.:
Tenemos que hacer un canto a la vida en ese sentido.
C.T.:
También hay otro tema delicado que es el cuidado de las personas dependientes,
los mayores. Como tú dices estamos en una generación sándwich donde hemos sufrido los inconvenientes de haber soportado
cosas que atentan contra nuestra libertad y contra el desarrollo personal y al
mismo tiempo, a pesar de la modernidad y los nuevos tiempos, las hijas
necesitan que cuidemos a los nietos, y también tenemos que cuidar a nuestros
mayores.
S.B.: Es un
sistema injusto porque hace que las mujeres vivan con muchísima tensión y
tengan que hacer grandes renuncias para poder compaginarlo todo. Lo que tenemos
que luchar es para que no tengamos que hacer estas renuncias y para eso es
necesario que los hombres se impliquen absolutamente. No puede ser que el
cuidado de la dependencia en personas mayores recaiga solamente sobre las
mujeres, es realmente una responsabilidad muy dura. Y las que estamos en
psicología sabemos los estragos que causa si esa mujer no tiene espacios para
sí misma. Es absolutamente necesario que los tenga.
C.T.:
Además hay que tener en cuenta que toda imposición que genera una sobrecarga
que supera sus propias fuerzas, genera maltrato, que puede ser sutil o
manifiesto.
S.B.: Pero
este tema es un tabú impresionante.
C.T.: Porque
atenta contra el ideal de la generosidad, de la entrega incondicional que se
atribuye a las mujeres.
S.B.: Pero
si las mujeres no tienen un espacio propio al final surge un resentimiento por
no tener vida.
C.T.: Que
se puede transformar en odio si se prolonga demasiado a través del tiempo y
puede dar lugar a un maltrato cada vez mayor hacia la persona que se cuida. Si
bien esto es un tabú decirlo, mi experiencia es que cuando lo digo, el efecto
liberador que produce en el público es enorme, como pude comprobar en el centro
de Arte Santa Mónica en una mesa redonda dedicada al cuidado.
S.B.: Me
gustaría concluir esta entrevista con un canto a la vida, al placer y a la
libertad, no podemos perdernos ninguna de esas cosas. Ahora estoy leyendo un
libro de Kate Millet, quien escribió sobre política sexual, pero después pagó
con su propia salud y con creces haber sido tan libre y tan transgresora. Su
libro En pleno vuelo es fantástico
porque es como tendríamos que estar las mujeres, despegar de la tierra en el
sentido de planear sobre el mundo, no en pequeños espacios sino en grandes
espacios, para poder lograr la libertad. Es un proceso cotidiano que cuesta pero
podemos hacerlo.
C.T.: Para
lograr eso también hay que hacer un llamado de urgencia para liberar la
sexualidad femenina.
S.B.: que
es una revolución pendiente, en realidad.
C.T.: Sí,
hay que desarraigarla de los preceptos patriarcales que imponen cómo hay que
disfrutar. Una encuesta con mujeres mayores hecha por la psicóloga Anna Freixas
de la Universidad
de Córdoba, nos muestra una diversidad de deseos y apetencias sexuales, por
ejemplo, mujeres que a los sesenta años quieren probar un sexo más libre, más
disociado del amor, experiencias con otra mujer, fantasías más heterogéneas.
S.B.: Pero
claro, a los sesenta años, cuando echan la mirada hacia atrás y se preguntan
qué ha sido de sus vidas.
C.T.: Qué
se han perdido
S.B.:
Claro, por eso insisto en que no hay que renunciar porque si renunciamos ahora,
después tendríamos una sensación de pérdida muy dolorosa.
C.T.: Eso
cuestiona también el modelo de familia tradicional en sus aspectos más
castradores. Desde el momento en que se privan deseos más auténticos, cuando
una mujer se siente muy frustrada, eso se revierte sobre los hijos quienes
pagarán un precio por eso. Y esto también atenta contra la buena salud mental
de los hijos, a pesar que el pensamiento conservador quiera convencernos de
otra cosa.
S.B.: En
cambio, cuando la mujer se siente reconocida, es feliz y se realiza, lo trasmite a los hijos y ellos se sienten
orgullosos de su madre. Esto lo he vivido muchas veces con mujeres
emprendedoras que han creado sus propios negocios, que cuentan que al principio
se sentían muy culpables con sus hijos, pero que luego éstos les dicen qué
orgullosos se sienten de ellas, mientras que otras que han renunciado a todo,
dicen que sus hijos las consideran cono si no fueran nadie, una vez que crecen.
En cambio a su padre, que no los ha cuidado casi nada, lo idealizan porque ha
triunfado en su profesión. Es decir, no tenemos que renunciar a nuestra
profesión o a nuestra vida porque al final lo que trasmitimos es infelicidad o
disgusto.
C.T.:
Además desde el ámbito clínico se puede probar que toda mujer que ha dedicado
su vida sólo a la maternidad ha generado hijos obsesivos, mientras que las
mujeres que se han permitido una vida más libre, que no se han agotado en la
maternidad, generan hijos que si bien se quejan, son mucho más sanos y más
autónomos que los otros.
S.B.: pero
se quejan porque transgreden el estereotipo, porque de su padre no se quejan.
Si fueran educados en que los dos estarán
con ellos en la medida que puedan, no se quejarían o se quejarían de
ambos, pero no recaería la queja exclusivamente sobre la madre.
C.T.:
Muchas gracias por este intercambio y por tu tiempo. Ha sido un placer porque
somos pocas las que defendemos las condiciones que posibilitan la libertad de
las mujeres. Terminaría citando una frase de tu libro referida al amor: hablar de amor libre es casi una tautología,
porque el amor si no es libre no es amor.
CLAUDIA
TRUZZOLI
c.truzzoli2gmail.com
c.truzzoli2gmail.com
Presidenta
de la Sección Dones
del COPC en el momento de publicación de esta entrevista en la Revista
del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña nº 225 de agosto/setiembre de 2010
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