DEUDA IMPAGABLE
Reclinarme en tu
regazo,
sentir el calor
de tus caricias,
disfrutar del
olor de tus manos
con fragancias de
especias,
adormecerme en el
sueño de la infancia,
escuchar las
voces de mi padre
hablando de sus pálidas
batallas.
Te he disfrutado,
explotado,
agotado hasta el
cansancio
sin imaginar que
podrías querer algo
más allá de nosotros.
Siempre estabas
allí, inamovible
como árbol
centenario
que despliega sus
múltiples raíces
para sostén,
refugio, descanso
de quien llega
privado de sustento.
Absorta en la
urgencia de vivir
en la que se
embarcaba
mi juventud atropellada
no supe entrever,
madre,
la devastadora
soledad
a la que te
confinaban tus renuncias
ni lo que de tus
ansias olvidabas
para seguir
estando a tu manera.
Ahora que tu
muerte
me cercena el
acceso a tus palabras,
sólo puedo
valorar la magnitud
de lo que has
dado a través de tus silencios,
de tus iras, de
tus risas, tus enfados
dejándome el
recuerdo arrepentido
de una deuda que
jamás podría pagar
aunque quisiera.
CLAUDIA TRUZZOLI
29 noviembre 2012
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