PSICOANÁLISIS,
PSICOANALISTAS Y MUJERES
-un anudamiento
difícil, aunque no imposible-
Tal vez resulte
sorprendente un enunciado como éste cuando se ha elogiado hasta el cansancio la
deuda que el psicoanálisis tiene con las mujeres, como debe a éstas su propio
nacimiento, a partir de que una paciente histérica le dijera a Freud que se
callara, dejara de interpretarle cosas y la escuchara y cómo éste la escuchó. Indicios
de una buena coincidencia: el deseo de saber de Freud y el saber no sabido de la
histérica que busca de todos modos un amo que la sostenga y del que quiere
hacerse reconocer como una figura imprescindible para él.
Las mujeres de
todas las épocas históricas han tenido que afrontar una cuestión que sigue
siendo vigente: la desvalorización del propio género comparativamente con el
género masculino. En la actualidad, a pesar del llamado siglo de las mujeres,
por la importancia creciente que han adquirido en la participación en áreas que
tradicionalmente se han considerado feudos masculinos, no significa que haya
verdaderamente una igualdad de derechos y de consideración y respeto
igualitario hacia las mujeres.
Desde el
psicoanálisis siempre se ha mirado con ironía en el mejor de los casos o con
desprecio en el peor, las protestas feministas por esta desigualdad, que no
debe confundirse con negación de la diferencia de sexos, como se ha escuchado
hasta el hartazgo en boca de muchos psicoanalistas. Ese desprecio por los
argumentos feministas que reclaman para la mujer un tratamiento de sujetos de
deseo más que de simples objetos causa del mismo, han sido descalificados de
antemano con argumentos tales como “lenguaje de mujeres frustradas”,
“manifestación de la envidia del pene”, “mujeres que odian a los hombres”,
“lesbianas”, en los casos más burdos,
desprecio que muestra más la ignorancia de ciertos teóricos del
psicoanálisis que queriendo aferrarse a una lectura sesgada de la teoría que
les garantiza un lugar de privilegio de sus presupuestos patriarcales, sienten
la necesidad defensiva de encubrir la propia angustia de castración tratando a
estas mujeres reivindicativas de castradoras.
O bien, otros manifiestan una conmiseración indulgente hacia aquellas
que se esfuerzan por hacer existir a La Mujer , pero al mismo tiempo desconocen las líneas
teóricas de un feminismo ilustrado que conoce la teoría psicoanalítica y
critica de ella ciertos fundamentos epistemológicos. No deja de ser un
considerable beneficio para el psicoanálisis que hoy haya psicoanalistas con
perspectiva de género que están haciendo grandes esfuerzos teóricos y prácticos
en su clínica para integrar los estudios de género y su repercusión en la
sexualidad.
Es lamentable que
un desconocimiento mutuo entre los estudios feministas y el psicoanálisis
tradicional, haya dado como resultado un desprestigio del potencial
revolucionario de la praxis psicoanalítica. Su descubrimiento del inconsciente,
que guía nuestras acciones sin que sepamos de qué manera estamos respondiendo a
un condicionamiento creyendo ser libres, está expresado en la bella metáfora de
Freud, cuando expresa que no somos dueños en nuestra propia morada. Un
poderosos ataque al narcisismo cuando enfrenta al ser humano a este
reconocimiento pero a cambio, le ofrece la oportunidad de saber a qué está sujetado,
para poder decidir si quiere lo que desea. Los estudios de género han puesto el
énfasis en la denuncia de la jerarquía masculina y en los efectos de ésta en la
subjetividad, anhelos y luchas de las mujeres por un tratamiento igualitario en
derechos y dignidad de sujetos deseantes. Pero el desconocimiento mutuo de ambas
disciplinas entre sí, ha tenido como consecuencia, que muchas mujeres que perciban
el psicoanálisis como un instrumento de opresión más que de liberación en el
sentido de una posibilidad de transformar la diferencia jerárquica entre los
sexos, que no negar la diferencia de sexos, como a veces se malentienden estas
reivindicaciones. Y por otra parte es lamentable que los psicoanalistas ortodoxos,
subrayo ortodoxos, en general, salvo raras excepciones -que suelen ser bastante
controvertidas por el resto de los colegas- no se hayan tomado más en serio las
reivindicaciones feministas en lo que éstas contienen de verdad traduciéndolas
en un esfuerzo por encontrar las hiancias en las que la teoría analítica se
muestra insuficiente para resolver la problemática femenina en su conflicto
entre las aspiraciones narcisistas de ser valorada como género -socialmente
subvalorado- y su acceso al goce, interferido por esta problemática.
He vivido
personalmente en encuentros con colegas enfrentamientos narcisistas por
diferencias teóricas o de opinión que no deberían tener lugar en sujetos que
tienen en sus manos una teoría que les advierte de la castración. Diferencias
que no ponían en duda en todo caso los presupuestos patriarcales en cuanto al
lugar concedido al hombre en la relación no sólo con el otro sexo, sino en la estructura
familiar, como el garante de la buena estructuración psíquica de los hijos. La
famosa metáfora paterna, tan insuficiente, tan fallida, por otra parte, cuando se
declara sostenida en una función que se quiere creer independiente de la
conducta de quien la sostiene hace un flaco favor a las mujeres porque niega la
importancia de la transmisión de valor que un padre concede al género de su
hija y los efectos nefastos que provoca en la subjetividad de ésta cuando se
hace eco del valor minusvalorado que socialmente se le atribuye al género
femenino. Se escucha muchas veces en los ambientes psicoanalíticos que las
histéricas están enfermas de padre. ¿Pero de cual?
En el camino hacia
la sexualidad las mujeres se encuentran con un conflicto que agrava y fomenta
uno de los síntomas que se han considerado como característicos de la histeria:
la frigidez. Hasta tal punto era el síntoma privilegiado de la histeria que
Freud decía que si una mujer era frígida él no dudaba en diagnosticar una
histeria. Podríamos decir que una mujer frígida es una mujer que dice no a la
satisfacción del hombre, una mujer que quiere que el hombre pase del goce al
deseo, pero no dice que no al hombre. Distinción importante porque suelen
confundirse ambas cosas con el resultado de presuponer una homosexualidad
latente en la histeria. Decir no a la satisfacción del hombre es un recurso
defensivo que le permite varias cosas, sentir que mantiene un poder sobre sí
misma e introducir un tiempo de espera al hombre frustrándolo en su ansia de
goce para que él la desee como sujeto, además de desearla por su cuerpo. Ser
reconocida en suma, como sujeto. Esto no es lo mismo que decir que no al
hombre, que sería el caso más radical de la lesbiana, quien asume su posición
de sujeto pero se niega al hombre. A veces por venganza hacia un padre, una
sociedad que la desvaloriza como mujer que no responde a pautas tradicionales
de feminidad, otras veces porque percibe que su relación con mujeres le enseña
algo de ese misterio que para ella significan las mujeres consideradas
femeninas por las que se siente atraída, otras también por la libertad que
experimentan como sujetos de deseo libres de jerarquía y la posibilidad de
compartir con semejantes muchas afinidades sin coacción. Por todo esto hay que
introducir matices cuando hablamos de lesbianas. El psicoanálisis siempre ha
mostrado un desconocimiento aprensivo hacia ellas, tal vez porque no responden
con complacencia a las gratificaciones narcisistas que les procuran a los
hombres las mujeres más dependientes de ellos, las que responden más a una
feminidad tradicional, las que sustentan los valores que los confirman a ellos
en su pretendida superioridad genérica. Las lesbianas tanto como las
mujeres que no lo son, pero que se
niegan a satisfacerlos, tienen en común
la misma protesta genérica. El término lesbiana se presta a confusión y
malentendidos. En primer lugar, porque no todas se pueden agrupar en similitudes
dada la amplia diversidad de sus experiencias subjetivas. No todas son
absolutamente lesbianas en el sentido de no presentar ningún deseo hetero. Creo
que sería mucho más apropiado hablar de mujeres con una existencia lesbiana, lo
cual no presupone nada acerca del deseo erótico ni presupone ninguna
uniformidad.
Todo sujeto, sea
hombre o mujer, necesita sostenerse en un Ideal del Yo que lo satisfaga, que dé
cuenta de su valor, al que luchará por acercarse en la medida de lo posible. ¿Pero
qué podemos decir de aquellos Ideales del Yo propuestos a las mujeres, que las
colocan en una situación de sujetos amputados de sus posibilidades vitales, de
sus realizaciones personales en cuanto a satisfacción de sus ambiciones, de la
puesta a prueba del valor que puede lograrse con la creatividad en el trabajo y
con el reconocimiento social? Pues son
justamente las mujeres que se adaptan a estos valores que las hacen más niñas y
más dependientes las que responden al ideal de feminidad tradicional,
contrapuestas a otras que rechazaban la identificación con esa feminidad
tradicional, quienes eran consideradas mujeres fálicas por su preferencia a
perseguir maneras de ser y hacer que se consideraban clásicamente exclusivas y
propias del género masculino. Sin embargo, hoy asistimos a un tipo de modelo de
feminidad propuesto desde la cultura, que entroniza a la mujeres que antes se
consideraban fálicas, o sea, mujeres
autónomas, que ganan su propio dinero, que tienen sus metas profesionales, que
son ambiciosas. Son justamente éstas las que no están dispuestas a sostener a
cualquier precio el narcisismo masculino si el mismo se sustenta en la
convicción de tener el derecho de privilegio de sus ambiciones y en la
diferencia jerárquica de su género en contraposición a una verdadera
equivalencia igualitaria. El desafío identitario en estos casos es como
sostener una manera de ser mujer sin adoptar los vicios de la identidad
masculina tradicional, problema femenino que atraviesa distintas épocas
históricas y que aún sigue presente en la actualidad. En la historia de los
distintos tratamientos psicoanalíticos realizados a mujeres es evidente la
importancia del género del analista a la hora de escuchar determinadas
problemáticas y como se interpretan. Si bien se nos ha enseñado que el sexo del
analista no importa a la hora de proyectar sobre su persona tanto imágenes de
rasgos paternos o maternos, sin embargo es un hecho comprobado en los grupos de
estudio de controles de casos, que se interpretan hechos de diferentes maneras
según quien los escuche, si es hombre o mujer, por ejemplo, en lo que hace al
deseo de autonomía en una mujer. Si el analista es hombre se verá tentado de
interpretarlo como una cuestión que afecta al falicismo de la paciente, que ya
considerarlo así es una manera de deslegitimarlo, en cambio si la que escucha
el caso es una analista mujer, tal vez lo verá como un índice de salud, sobre
todo en esta época donde los ideales propuestos a las mujeres las quieren
competitivas, exitosas, autónomas y ambiciosas. Pero es condición imprescindible
de la analista que tenga formación en estudios de género que la adviertan de la
diferencia jerárquica entre los sexos.
No se puede pensar en la sexualidad femenina,
en la identidad femenina, al margen de la importancia que el género tiene en
ellas. Es bueno preguntarse hasta qué punto la frigidez, que Freud consideraba
propia de la estructura histérica, es realmente un fenómeno de estructura o si es
más bien una respuesta sintomática que entra dentro de la lógica de las
exigencias y prohibiciones que afectan a las mujeres. Exigencia desde la mirada
masculina tradicional de estar desinteresadas por el sexo y de tener prohibido
su ejercicio, o por el contrario, denigradas si lo ejercen, como muy bien describió
Una degradación general de la vida erótica, cuando hablaba de la fantasía
masculina de salvar a las mujeres caídas. Una manera de expresar a las mujeres
que en lenguaje popular se denominan perdidas. Por fortuna, las épocas
históricas ofrecen otros modelos de masculinidad y feminidad con los que
identificarse, pero aún es pronto para que esas identificaciones nuevas no
causen síntomas, con los que sería conveniente someterlas a investigación para
resolver la sujeción a los viejos esquemas identitarios, que en los sujetos, aún
en los más revolucionarios, quedan aún por resolver. Cuando en épocas de gran
ilusión e idealismo, en los años sesenta se hablaba del hombre nuevo, nunca se
habló de la mujer nueva y si bien, las revolucionarias ejercían las mismas
tareas militantes de sus compañeros varones, los platos los lavaban ellas, entre
otras cosas.
No está de más señalar que el psicoanálisis con perspectiva de género haría muy bien a los hombres que nunca se han cuestionado sobre que cimientos han edificado su masculinidad tradicional que también los convierte en sujetos sometidos a una violencia interior que sin encontrar salida frente a los conflictos que les procura otra manera más plástica de ser por temor a la impotencia y también a los conflictos y la ira que les despiertan las mujeres que no se someten a su jerarquía incuestionada. Luis Bonino, especialista en tratamientos con hombres maltratadores, nada sospechosos de ser prejuicioso, dice que el matrimonio mejora la salud mental de los hombres y empeora la de las mujeres. ¿Será porque los hombres tienen la ocasión de revivir los cuidados maternales y la dependencia negada en relación a las mujeres, mientras que éstas se ven obligadas a representar el rol de cuidadoras maternales y sumisas a los deseos masculinos sin ser reconocidas con derecho a desear algo propio para sí mismas por fuera de esos condicionamientos?
El pánico de ser abandonados hace nacer a muchos maltratadores que se sienten perdidos si están solos y no saben como des-sujetarse de los condicionamientos a ejercer dominio para ser reconocidos como hombres. Menudas paredes opresoras que convierten a estos hombres en posibles victimarios.
Psicóloga y psicoanalista
yo tengo mucha angustia estos dias hace tres seis meses quesoy frigida tengo sueños violento y soñe con mujeres , tengo mucho miedo de lo que pueda tener y tambien estoy haciendo psicoanalicis pero no entiendo la psicologa me habla de dos sucesos que tube uno que le pegaron con un palo a mi novio el otro es que deje de tomar lo anticoncetivos en que luego aborte .. mi frigidez empeso cuando deje de tomar las pastillas y la psicologa me dijo que esos dos episodio van de la mano y que pegarle a una mujer no es masculino eso me lodigo por que mi hno es golpeador eso no se que tenia que ver .. y tmb soñe que mi novio tenia hagarrado el pene como sosteniendo y la psico me dijo que se supone que ya tenia que veni parado pero el se lo hagarra no se yo entendi que en mis sueños veo un hombre pobre poco hombre o entendi mal y eso me da miedo a ser lesviana ayuda ya no puedo mas con la angustia .. tmb se sumo que me duele y arde partes de la piernas me la paso llorando y con culpa a mi novio !! :(
ResponderEliminarque tengo una cuestion con los palos . yo soñe que le pegaba a mi novio con el palo y de ahi le conte a la psicologa ese dia que hace un tiempo le pegaron a mi novio con un palo ..
ResponderEliminarPor lo que veo estás tratándote con una psicóloga. Espero que te ayude con estas cuestiones. Un saludo
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