LA MATERNIDAD IMPUESTA
Desde el pensamiento clásico más conservador y
reaccionario a toda reflexión particularizada, siempre se ha contrapuesto en la
figura de la mujer, la maternidad y la sexualidad, haciendo hincapié en la maternidad
como realización personal en detrimento de la sexualidad. Cuando se habla de
mujer en singular, se está utilizando un criterio ontológico esencialista para
definir a las mujeres, porque éstas son muy diversas, no tienen una única
esencia, sus deseos no están prefigurados genéticamente ni son a-históricos ni
a-culturales. No se puede hablar de identidad femenina en singular, porque cada
mujer fabrica su propia identidad femenina que no responde a una uniformidad. Por tanto, se puede afirmar sin temor a
equivocarnos que el deseo de ser madre –deseo al que quieren reducir la
identidad femenina los sectores más conservadores-, no es compartido por todas
las mujeres. Las hay que no quieren serlo por motivos muy diversos. Y es
legítimo respetarlas. Imponer una maternidad obligatoria, que es lo que
resultaría de la aprobación de la reforma de la ley del aborto, es una crueldad
innecesaria. Llamar asesina a una mujer que aborta es una descalificación
grosera y una trampa ideológica que oculta el desprecio total por las
circunstancias de los personajes que intervienen en ese embarazo no deseado. He
escuchado comentarios en algunas tertulias que da vergüenza oír, cuando insultan
a las mujeres que quieren abortar diciéndoles que “deberían haber pensado en
las posibles consecuencias antes de pasárselo bien” (sic). Esta última
afirmación requiere dos puntualizaciones importantes. Quienes así opinan, toman
las relaciones sexuales como un mal necesario para fecundar y si no es así,
censuran el hecho de que sean actos que se realicen por puro placer. Por una
parte, ¿se supone que una mujer que queda embarazada es siempre por descuido o
irresponsabilidad? ¿Existen anticonceptivos seguros al 100%? ¿Cuándo se produce una fecundación siempre ha
habido participación voluntaria y libre? Y por otra parte, ¿está mal una mujer
que se lo pase bien? ¿Que disfrute de su sexualidad? ¿Dónde queda la
responsabilidad del padre co-autor del hecho? Muchas mujeres con una sexualidad
poco madura, con una identidad femenina insuficiente, creen encontrar en la
maternidad la respuesta a sus inseguridades identitarias femeninas, hasta el punto que en esos
casos la maternidad actúa como un síntoma, dado que suponen que las confirma como mujeres. En estos casos, parafraseando a Freud podríamos decir la
sombra de la madre ha caído sobre la mujer. Sombra que la oculta, la sofoca, la sigue dejando en interrogación. No
quiero terminar este escrito sin señalar que nadie niega, ni siquiera las
pro-abortistas, que el aborto es una experiencia muy dolorosa para cualquier
mujer, que defender el derecho al aborto, es defender la libertad de elegir la conveniencia o no de ese embarazo, dependiendo de qué
circunstancias lo rodean, de las personas afectadas, si es resultado
de accidentes imprevistos, dado que no hay ningún anticonceptivo que sea seguro
100%, o resultado de una violación, o de malformaciones fetales o enfermedades
detectables. Decir como ha dicho el ministro Gallardón que si una mujer es capaz de matar a su hijo no nacido, qué garantía habrá de que no lo haga después de nacido, es un disparate. Señor Gallardón, sepa usted que hay casos de madres psicóticas que han asesinado a sus hijos pequeños, madres que los abandonan porque no pueden sostenerlos ni anímicamente ni materialmente y por las que nadie se preocupa por ayudar. Cuando una mujer decide libremente ser madre ha dejado de lado un fuerte deseo de ser hija. Si no es así, las frustraciones generan intereses usureros
que se hacen pagar en el entorno familiar provocando en los hijos verdaderos
traumas que condicionarán su vida de relación posterior. Un ejemplo de esto lo
pueden ver en la reciente película, Agosto.
CLAUDIA TRUZZOLI
Psicóloga y psicoanalista
claudiatruzzoliprofesional.blogspot.com
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