Basada en un hecho real ocurrido en Los Ángeles,
California, en 1928, esta película narra la historia de la desaparición de un
niño y de la invencible insistencia de su madre que lucha casi sin apoyo para
encontrarlo, puesto que el padre eludió su responsabilidad abandonándolos a
ambos cuando supo que serían tres. La policía de esa época -que ya contaba en
su haber otros casos no resueltos y conocida por la corrupción de sus agentes-,
decide solucionar de la manera más rápida esta desaparición comunicando a la
madre que han encontrado a su hijo, organizando una convocatoria de prensa para
que fuera testigo de ese encuentro y así limpiar su imagen de ineficacia. Pero
cuando se encuentran, la madre niega que ése sea su hijo. Como esa noticia
ofende la imagen policial, quieren hacerle creer que está en estado de schock,
y que por esa razón no lo reconoce. Pero no logran convencerla. Como ella sigue
insistiendo, tratan de desprestigiarla haciéndola aparecer como alguien que
quiere negar adrede a su hijo porque quiere seguir aprovechando la libertad que
le dio estar cinco meses sola sin la responsabilidad de cuidarlo. Argumento que
cuela la ideología machista que le supone a una mujer sola un deseo de hombre
que estaría por encima de cualquier otro, cuando en realidad, ella está
sobreponiéndose a todo, insultos, descalificaciones, vejaciones, que nada
pueden hacer para disminuir su tenacidad en llevar a mostrar a la policía
pruebas objetivas que si la hubieran escuchado no hubieran dudado de su
veracidad en cuanto a que ese niño no podía ser su hijo. Finalmente, la policía
la hace pasar por loca para preservarse del escándalo y ordenan su internación
en un hospital psiquiátrico, recurso manido hasta no hace demasiados años para
quitar de en medio a las mujeres que resultaban molestas. Así, tenemos ocasión
de observar una vez más como la violencia psiquiátrica deja sin salida cualquier
argumento que una interna pueda esgrimir. Una explicitación excelente de los recursos de poder que tiene el discurso psiquiátrico para justificar lo que le conviene a sus profesionales prescindiendo de la verdad, le es brindada a esta mujer por otra interna
que le dice que tiene que aprender lo que tiene que hacer para poder salir del internamiento porque si sonríe demasiado no le creerán, si sigue persistiendo en que la policía se
equivocó, la tomarán por paranoica, si se muestra rebelde, la sedarán o si la
desesperación por su impotencia de no ser creída la pone furiosa, le aplicarán
electroschock. John Malcovich, que interpreta
a un presbítero que no ha parado de denunciar la corrupción policial en sus
sermones y por la radio, decide ayudarla, se mueve para encontrarla y logra
sacarla del psiquiátrico. (Sorprende en esta actuación que no responde a los
personajes perversos que habitualmente interpreta este actor).
Lo interesante de esta película, además de la
excelente actuación de Angelina Jolie y la ambientación de la época, es una
imagen de madre que rompe los estereotipos, porque no sólo no se hunde en la
depresión por la pérdida de su hijo sino que su búsqueda se convierte en el leiv motiv de su vida, comportándose
como madre coraje que enfrenta todas las humillaciones, descalificaciones,
desalientos, con una fuerza indeclinable que la lleva a seguir insistiendo en
las instituciones para encontrar a su hijo. Una truculenta historia narrada por
un chico que ha logrado escapar del secuestro de un serial killer y después de mucho tiempo desaparecido vuelve a ver a
sus padres, denuncia que muchos niños desaparecidos habían sido secuestrados y
muertos por aquél pero que algunos habían logrado escapar, entre los que se
contaba el propio hijo de la protagonista, que volvió atrás para ayudarlo a
escapar aún a riesgo de ser capturado otra vez, y no se sabe qué pasó con él. Cuando la madre escucha el
relato, se muestra orgullosa de la actuación de su hijo porque reconoce la
fuerza de los ideales que le ha trasmitido al educarlo. Eso la ayuda a soportar el duelo por su pérdida. Hay una frase que recuerda
haberle dicho:”nunca empieces una pelea, pero si estás en ella, acábala tú”. Es
la misma actitud que la sostiene en su invencible esperanza de volver a
encontrarlo alguna vez, puesto que sin restos que certifiquen una muerte no
puede haber duelo posible. (Lo que recuerda en otro contexto a las Madres de
Mayo en Argentina cuando reclaman la aparición de sus hijos secuestrados y desaparecidos por la dictadura).
Es además interesante observar el papel atípico
que como madre sostiene Angelina Jolie. Los psicólogos estamos imbuidos de una
equivocada estereotipia cuando hablamos sin matices del deseo materno como un
deseo devorador del propio hijo/a incluyendo a todas las madres comme il faut en ese marco de
sentimientos. Pero hay madres capaces de desempeñar con eficacia, tesón y
un profundo convencimiento en los propios ideales una conducta que nada tiene
que envidiar a una función que se sigue llamando injustamente paterna, si por
ello se entiende el interés por ayudar a crecer a un hijo/a de manera que
desarrolle su autonomía, desprendida de todo interés posesivo hacia el hijo/a.
Los espíritus malintencionados hablarán de un déficit de amor, si este último
interés no prima sobre el otro, pero habrá
que preguntarse si un verdadero amor por un hijo no implica un trabajo
de renuncia a un interés posesivo en aras a un verdadero desarrollo del mismo.
No hay que confundir este hermoso regalo amoroso con desinterés ni tampoco
atribuir esa capacidad solamente a un padre. Capacidad por cierto, más simbólica que real, dada laconducta mayoritaria d emuchos padres que se desentienden de sus hijos. En el caso de la película –y tristemente
no sólo en este caso- los padres reales están cada vez más ausentes de la
función que deben cumplir y son muchas las madres de hoy que tienen que hacerse
cargo de la ternura, el acogimiento, el ser un puerto de descanso para sus
hijos y tener a la vez que cumplir con la doble función
que implica el cuidarlos con ternura y asumir a la vez, una conducta de
desprendimiento que favorezca su inserción en la vida. Gimnasia nada fácil,
pero no imposible.
Alguna vez -y esperemos que no sea en un futuro muy lejano- habrá que erradicar los prejuicios patriarcales y reconocer que las mujeres que se autorizan a actuar movidas por convicciones que son capaces de mover montañas, no sólo son capaces de desempeñar funciones que siguen mal denominándose paternas, sino que ya es hora de reivindicar que muchas son capaces de escapar de ese siniestro rol que se les adjudica prejuiciosamente presentándolas como las Bela Lugosi de las películas de terror.
Alguna vez -y esperemos que no sea en un futuro muy lejano- habrá que erradicar los prejuicios patriarcales y reconocer que las mujeres que se autorizan a actuar movidas por convicciones que son capaces de mover montañas, no sólo son capaces de desempeñar funciones que siguen mal denominándose paternas, sino que ya es hora de reivindicar que muchas son capaces de escapar de ese siniestro rol que se les adjudica prejuiciosamente presentándolas como las Bela Lugosi de las películas de terror.
El intercambio… un intercambio de roles, de
funciones que no están tan determinadas a cumplirse por personajes designados
de antemano como se cree habitualmente, como lo están demostrando las nuevas
familias donde son las mujeres las que ejecutan roles tradicionalmente
adjudicados a los hombres y éstos están ausentes de los que supuestamente
deberían cumplir. Citando a Freud, cuando dice que entre el cielo y la tierra hay más cosas que las que el espíritu humano
comprende, sería interesante que los psicólogos hiciésemos un esfuerzo por
desembarazarnos de nuestros prejuicios teóricos y miráramos la realidad en vez
de intentar hacerla entrar en nuestras teorías para que encaje, al modo que un
bandido del Ática, llamado Procusto, que intentaba hacer entrar en un lecho a
medida a todo aquél que secuestraba y el que no entraba porque se salía de él,
se le acortaba la estatura para que cumpliera con la medida propuesta. ¡Qué
daño se puede hacer desde la observancia a la ortodoxia más estricta cuando se trata de profesionales de la salud o de prejuicios arraigados en el imaginario popular, si se desconoce lo que la vida de las personas reales muestra cuando no se las escucha! Aferrarse a teorías que explican de manera generalizada las experiencias particulares de cada persona como si fueran moldes repetitivos que se pueden controlar es algo que tranquiliza a los profesionales ávidos de poder o temerosos de no poder sostenerse en un marco explicativo que no los cuestione. También desempeñan una función contrafóbica los prejuicios acerca de la normalidad en salud mental, en funciones y roles prefijados acerca de la conducta de las personas en pareja, roles familiares, conductas amorosas. Pero tanto las teorías ortodoxas rígidas como los prejuicios tienen una función común: establecer una ficción que sirve al control social y pone una barrera al temor de las diferencias, por lo que éstas tienen de potencial cuestionador de las seguridades.
CLAUDIA TRUZZOLI
c.truzzoli@gmail.com
Presidenta sección Dones del COPC en el momento de publicación de este comentario en la Revista del Colegio de Psicólogos de Catalunya nº 219 de agosto/setiembre de 2009.
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Presidenta sección Dones del COPC en el momento de publicación de este comentario en la Revista del Colegio de Psicólogos de Catalunya nº 219 de agosto/setiembre de 2009.
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