sábado, 4 de enero de 2014

TRANSGENERISMOS




FOTOS DE UNA CHICA TRANSGÉNERO

MODELO AL QUE QUIERE IMITAR

Si hay cuestiones que podemos considerar como fronteras del binarismo excluyente de nuestra anatomía en macho y hembra, es la intersexualidad donde algo de los dos sexos está presente en la anatomía, sea genital, sea de caracteres secundarios. Y lo digo así, macho y hembra, porque decir masculino y femenino ya responde a una elaboración donde entran las pautas culturales que definen el género al que se pertenece cuando éste es definido, pero atribuir un género en función de la visión de genitales confusos al nacer no siempre es garantía que ese género vaya a ser aceptado por el sujeto sexuado al que se le atribuye dicho género. ¿Cuál es la diferencia desde la anatomía entre un clítoris más grande de lo habitual y un pene pequeño? Queda a criterio del cirujano la decisión. Los errores que la medicina ha cometido al asignar un género a los intersexuales también es prueba que se equivocaron provocando un enorme sufrimiento a quienes resultaron así designados. Una de las reivindicaciones de los intersexuales es que no se les practique cirugía correctiva o adaptativa que les asigna un género determinado  dado que ellos están contra el binarismo sexual porque quieren que se respete su diferencia. No se sienten alineados ni como hombres ni como mujeres, o a veces, sienten que  pueden ser ambas cosas a la vez. Sí se puede constatar un sufrimiento muy grande por sentirse monstruosos, palabra que utilizan a menudo cuando se llega a conocerlos más íntimamente. La pregunta es, si no existieran solo categorías binarias en lo que al sexo se refiere, ¿sufrirían de la misma manera? Una pregunta que queda en interrogación. Pueden ustedes ver la excelente película de XXY de Laura Puenzo que trata del sexo anómalo de una persona educada como chica, a la que le gustan los chicos pero tiene un pene pequeño y las dificultades vitales que le trae con el medio en el que vive por la incomprensión de los demás que la deja muy sola.

Si nos centramos en el deseo, ¿alguien podría realmente distinguir entre un homosexual y un gay que no se acepta como tal y que se refugia en la transexualidad para adecuarse a los estereotipos de género que su cultura le ofrece, lo que le permite sentirse heterosexual de esa manera? Esa duda sólo puede responderse atendiendo a la estructura psíquica de cada persona. Una etnografía extrema- la así llamada biografía personal escrita por una antropóloga que se toma a sí misma como objeto de estudio-, Transgenerismos, (Ed. Bellaterra, 2006) de Norma Mejía, persona anatómicamente hombre que se siente mujer y que no está operada, llega a la conclusión de que en realidad la transexualidad no existe en los seres humanos. Lo que existe es una adecuación artificial a través de la cirugía que intenta dar apariencia de sexo contrario a unos genitales dados por la naturaleza. Porque una transexual que se siente mujer nunca será una mujer como la biológica que responde a la normativa genérica, dado que el sexo cromosómico y el sexo gonadal no cambian nunca. XX , mujeres y XY hombres. Hay casos que se escapan a esta normativa. X0, síndrome de Turner, donde sólo hay una X, mujeres que tienen pechos y genitales femeninos aunque poco desarrollados. También hay variantes como XXY, síndrome de Klinefelter, como combinaciones de mosaico cromosómico, que son complejas. Pero una transexual tampoco es un travesti, en realidad es un transgénero, que  se asemeja al sexo contrario porque se siente pertenecer al mismo. Por eso la famosa frase que dicen ellas y ellos, que se sienten atrapados  en un cuerpo equivocado. Dicho así, parecieran responder a criterios esencialistas en cuanto se refiere a la identidad, creer que hay una esencia de lo masculino y de lo femenino.

Pero todas las cuestiones que definen el género son en realidad construcciones culturales. Cuando se habla de homosexualidad y de heterosexualidad ¿estamos usando criterios de género o criterios de sexuación? El otro sexo para un transgénero no es tan fácil de diferenciar. El que teniendo un sexo anatómico hombre se siente perteneciente al género mujer, cuando tiene relaciones con otro hombre, ¿en función de qué criterio define la hombría del otro? ¿Por su sexo? ¿Por la sensación subjetiva de  pertenecer a otro género? Las transexuales biológicamente varones, operadas o no, que se lían con otros hombres no operados y que no se designan transexuales ni gays, están convencidas de que sus relaciones son heterosexuales. Lo mismo sucede con las transexuales biológicamente mujeres que se juntan con otras mujeres biológicas y que no admiten que en su caso se trate de lesbianismo porque se sienten hombres. Paradójicamente, la aparente trasgresión del cuerpo los/as coloca en el conservadurismo más tradicional porque sostienen con más certeza que nadie la bipolaridad genérica excluyente. 

Volvamos al caso más tradicional y aparentemente más sencillo de hombre y mujer biológicos que intentan adecuar su género a su sexo y su deseo a la heterosexualidad. ¿Qué pasa allí con el deseo? ¿Está asegurado de entrada que nos oriente hacia el otro sexo? Simone de Beauvoir en El segundo sexo decía que una mujer no nace sino que se hace. Pero el psicoanálisis sabe -al menos el psicoanálisis lacaniano-, que la anatomía no es el destino, porque una persona puede aceptar o no el destino genérico que la anatomía le asignó al nacer y puede aceptar o no dirigir su deseo hacia el otro sexo. Los transgéneros saben de esto, los homosexuales también. Decir que representan estadísticamente una porción minoritaria es tratar ideológica e interesadamente una cuestión que intenta hacer de la presunción de heterosexualidad lo normal. Olvidando que la normalidad es un síntoma, una ficción que la sociedad establece para ocultar la inconsistencia de la identidad sexuada de la que nunca se puede estar seguro del todo. La heterosexualidad pura es una ficción equiparable al falo ideal. No existe. No hablo de prácticas sexuales aquí sino de deseos. Uno/a puede tener prácticas exclusivas y excluyentes con el sexo al que se dirige, pero en el deseo las cosas no son tan claras ni tan fijas.

En la película Crazy se puede observar cómo el más homófobo y el más transfóbico, es quien menos seguro se siente de su pureza heterosexual. Los hombres que buscan tener relaciones sexuales con un travesti están buscando  la  figura  de  la  madre  fálica,  figura  de  un enorme peso en la subjetividad de muchos seres humanos,  hasta  el punto que hasta los más machos no dejan de haberse sentido atraídos en algún momento de sus vidas por esta figura y las más hembras no dejan de haber sentido hacia esta figura una curiosidad inquietante. La aceptación de la diferencia de los sexos con la consiguiente asunción de un sexo psíquico acorde con el anatómico se apoya en el concepto de castración en la madre. El niño deja de percibirla como completa, acepta que no tiene pene, y se diferencia de ella. La niña se dirige al hombre buscando lo que no tiene la madre. Eso en teoría ideal, porque las cosas no son nunca tan sencillas ni tan simples. 

¿Cómo construye el hombre que se adapta a la norma heterosexual su identidad hetero? ¿Es seguro que en todas las circunstancias sus prácticas sexuales responden a un deseo genuino del otro sexo? Si miráramos la fantasía que lleva a muchos eyaculadores precoces al orgasmo, poca relación tiene ese placer con la mujer, siendo en muchos casos la fantasía de ser penetrados por un hombre lo que les procura satisfacción orgásmica, como señala Gerard Pommier. Si miráramos el sentir de un hombre violento que utiliza la penetración como medio de reafirmar su poder frente a la mujer, su deseo es más de carácter autoerótico que hetero, porque a través de la humillación que hace de la mujer con ese acto se reconfirma como poderoso, lo que le da el verdadero placer. El caso extremo es el violador que odia a las mujeres y se venga de ellas violándolas.

Una película, M. Butterfly protagonizada por Jeremy Irons, basada en un caso real de un diplomático francés que se enamoró de una mujer china, pero resultó que no era mujer sino hombre y un espía con quien mantuvo una relación durante veinte años.  Interrogado por el juez en el juicio que se libró contra él, se defendió diciendo que jamás había visto desnuda a su amante y que creyó que mantener la ropa puesta era una costumbre china que obedecía a la modestia oriental. Situada en 1988, tras el juicio, dos hombres y una mujer se burlan del diplomático porque creen imposible que se haya mantenido en la ignorancia durante veinte años. Lo cual, con mirada y escucha de psicoanalista, podría decir que no quiere saber lo que sabe, Para el diplomático, Butterfly era el paradigma de la mujer perfecta, pero podríamos decir desde el psicoanálisis, una mujer a la que no le falta nada pues conserva el atributo masculino.  Tal es así que cuando se descubre que su amante es un varón, el diplomático se niega a verlo. En la obra de teatro, abandona la escena cuando su amante, la Song-femenina empieza a desmaquillarse para remaquillarse como Song-masculino a los ojos del público, resultando tan artificiales tanto la una como el otro. En la película no aparece esto sino una visita de Song a la cárcel cuando va a ver al diplomático vestido como un hombre y aquél sufre un schok, porque no quería ver ese cambio. De hecho, otra mujer occidental, compañera suya, Renée, que lo provoca y se muestra desnuda ante él, le provoca estas reflexiones  ella que era perfecta, que tenía un cuerpo como los de las revistas y era excitante estar con alguien que no se asustaba que la vieran completamente desnuda. ¿Pero es posible que una mujer sea tan desinhibida que parezca casi demasiado…masculina? Pero ese episodio lo lleva a presentarse ante Song  muy excitado y le exige verla desnuda. Song tiene que echar mano de un ardid improvisado para que Gallimard no la desnude y le dice que está embarazada y tras un período fuera regresará con un hijo que le dice que es de ambos, satisfaciendo una paternidad en Gallimard que éste no alcanzaba en su matrimonio y sirviéndose del hijo para afianzar el compromiso con el francés. Sin embargo cuando Gallimard es encarcelado terminará suicidándose al descubrir la verdad, no sin antes hacer una performance, donde él mismo se traviste como mujer. Nótese la ambigüedad del nombre M. Butterfly puede ser Madame Butterfly o Mister Butterfly. 
La figura del travesti evoca la madre fálica, aunque el travesti puede no ser un transgénero, sino un transformista. La diferencia es una diferencia de estructura. El travesti no necesariamente se siente mujer, más bien lo que busca es impactar con la sorpresa de descubrir ante el público que tiene un pene. Hay una película española,     Querido Miquel protagonizada por Immanol Arias, a quien se le despierta un deseo que lo sorprende cuando asistiendo a un espectáculo de una striper, descubre al final que es un hombre.  

Si pensamos desde el género, la masculinidad y la feminidad pueden estar definidas por atributos que según la mirada del entorno cultural del observador, pueden ser variables aún considerando al mismo sujeto. Un interesante artículo de Rodrigo Andrés en Nuevas masculinidades,  Icaria, Marta Segarra y Angels Carabí (eds.) hace una aguda reflexión acerca de la percepción de la homosexualidad masculina entre la feminidad y la masculinidad según quien sea el sujeto que la considere, dice para una lesbiana feminista […] el hombre homosexual, en su calidad de hombre, es un beneficiario del sistema patriarcal. Paradójicamente sin embargo, para un hombre heterosexual de una conservadora zona rural que haya moldeado su vida a imagen y semejanza del modelo de virilidad prevalente en su comunidad, los jóvenes homosexuales urbanos que expresan claramente su preferencia sexual, quizá le parezcan totalmente afeminados.   

Desde el inconsciente, no existe lo masculino y lo femenino, sino lo fálico y lo que no lo es. Masculino y femenino son elaboraciones posteriores que responden a modelos culturales y a los cuales la identidad de cada persona que pertenece a un medio determinado trata de acomodarse para sentirse que responde al modelo compartido por su entorno social. Aunque nada asegura que esa performance inicial se ajuste a su deseo de manera fija y definitiva.   
      
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CLAUDIA TRUZZOLI
Pertenece a la red Caps de profesionales sanitarias.
Autora de El sexo bajo sospecha. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2003.

 


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