miércoles, 28 de mayo de 2014

COMENTARIO DE CINE.: MATTERHORN


 

MATTERHORN

Una película que sorprende. Desde el inicio vemos a un caminante solitario, Fred, cuya expresión es de una profunda depresión. Su casa está en un pueblo cuyos habitantes llevan su existencia reglada por una estricta moral ccalvinista, donde nada parece dejar lugar a la espontaneidad, o a la sorpresa. Hasta las horas del desayuno, del almuerzo, están pendientes de la puntualidad horaria que controla con el reloj de la sala. Ni un minuto antes ni un minuto después para bendecir la mesa y autorizarse a comer. En una ocasión que mira por la ventana, ve a un hombre, Theo, que está pidiendo dinero a su vecino. Sale precipitadamente y le advierte a su vecino que también le pidió a él dinero a él, el día anterior, con el supuesto de que su coche se había quedado sin gasolina. Lo emplaza a comprobar donde está el coche, constatando que miente. Fred le pide a Theo que le devuelva su dinero y como no lo tiene, le hace limpiar la entrada de su casa para que se lo gane. Lo invita a comer, previa ceremonia de rezos y es muy poco generoso en lo que le ofrece. Pero paradójicamente, lo deja dormir en su casa y poco a poco comienza a darle cuidados, lo higieniza, le presta ropa suya. El vecindario comienza a sentir cierto resquemor por la presencia de este extraño en casa de Fred y sospecha cierto vínculo homosexual entre ellos. Cuando lo lleva a misa, su vecino los mira de una manera rígidamente censuradora.
La convivencia entre ambos hombres va haciéndose más familiar y más cercana. Fred es viudo, ha perdido a su mujer en un accidente de tráfico y su hijo ya no está con él. Esta ausencia es una incógnita que solo se desvelará hacia el final de la película. Theo es un hombre extraño, casi no habla, tiene una mirada penetrante pero inexpresiva, repite con el monosílabo sí a cualquier pregunta que le hace Fred. Se muestra especialmente cariñoso con unas cabras que ve al bajar del autobús, a las que imita, como también a otros animales, lo que llama la atención de una familia que lo quiere contratar para el cumpleaños de su hija. Fred ve la ocasión de ganar un dinero y se convierte en su manager. Esa ocasión da lugar a que otros los contraten y van ganando dinero que Fred atesora secretamente en una caja que esconde en la sala de su casa. Poco a poco, esta familiaridad que le procura la compañía de Theo va dando lugar a una petición extraña. Le pide que se vista con la ropa de su mujer y que baile. Mientras lo observa, delira que es ella la que está bailando con él y cuando vuelve a la realidad se aparta bruscamente de su acompañante, a quien también aparta cuando Theo lo quiere abrazar.  
A la mañana siguiente a esa noche de borrachera de Fred, Theo intenta jugar al futbol con unos chicos que están en la calle, pero como va vestido de mujer como la noche anterior, los adolescentes se divierten a costa del extraño Theo.Cuando Fred lo ve, sale a buscarlo y uno de los muchachos lo llama homo. Éste se vuelve y lo golpea y si no fuera por la intervención de su vecino, lo hubiera matado. Recibe luego una visita del párroco de la comunidad y de su vecino que le sermonean y le indican que debe dirigirse a Dios, librarse de las tentaciones, a lo que Fred responde diciendo que Dios no ha hecho nada por él y los despide.
Un personaje que aparece es la mujer de Theo, contenta por haberlo localizado, le explica a Fred que Theo siempre se escapaba de casa después del accidente de tráfico que tuvo y quedó cerebralmente dañado. Acompaña hasta su casa a ambos y cuando percibe que Fred se hará cargo de Theo, le lleva en un sobre los ahorros que le correspondían de sus bienes gananciales. Es generosa con Fred, lo acompaña una noche a un pub donde canta su hijo y en el camino Fred le cuenta que echó a su hijo de su casa por ser homosexual. Una vez en el pub, su hijo vestido como un divo, canta una canción en la que desvela su homosexualidad. Su padre, hace un esfuerzo enorme para aceptarlo, está a punto de irse, la mujer de Theo se lo impide y poco a poco, superando su vergüenza, va mirando a su hijo de manera más sensible hasta que grita su aceptación al final.
Matterhorn es el nombre de una montaña que tomaba un valor simbólico para Fred y Theo. Es el lugar donde van a celebrar oficialmente el matrimonio blanco que han hecho en una ceremonia privada en la iglesia del pueblo, y se abrazan en un sitio que según ellos está más cerca del cielo.
La película podría haber ahondado más en esta parte, que es la más profunda argumentalmente, justamente porque enseña que el amor entre estos dos hombres respondía a una poderosa necesidad de compañía, no a un vínculo homosexual. Es un placer verla porque desnuda también las máscaras de los beatos, cuando en nombre de la santidad y la virtud, quieren prohibir que Fred viva su relación y los motivos de esa prohibición eran principalmente los celos inconfesables de su vecino, que era quien más promovía que esa relación terminara. Éste tenía relaciones con la mujer de Fred antes de que él apareciera en escena y ella se casara con él. Luego repite la misma situación con Theo, quien también se va con Fred. Son amargas palabras las que le dice su vecino cuando le reprocha que por segunda vez le roba a quienes quiere. En una época en que la tendencia al pensamiento único estimula con fuerza la necesidad de encasillar las identidades en etiquetas claras que no admitan confusión, esta historia aporta un estimulante aire fresco. Vale la pena verla, hay imágenes que hablan con mucha más fuerza que las palabras para describir la fuerza emotiva de la película.

    CLAUDIA TRUZZOLI
   25 de mayo 2014
          

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