A MI HIJA
No dejaré que mi herencia
falta en bienes materiales
te deje desprovista de valores,
tengo las manos llenas de ellos
para pasarte el testigo,
aunque tú en ese aspecto
eres rica por mérito propio.
Hija mía, pilar fundamental
que sostiene mi existencia
simplemente con saber que existes.
No encuentro palabras adecuadas
para reconocer la importancia
de tu presencia en mi vida.
Observo como vives la tuya,
trato de estar cuando me
necesitas
y no interferir tus movimientos
cuando mi presencia sería molesta,
inoportuna, o no deseada.
Me siento tu amiga, ahora
que las dos somos adultas,
me llena de orgullo pensarte
solidaria, compasiva, tolerante
con una despierta inteligencia
no negadora de las emociones
y una gran lucidez para la crítica.
Te quiero con una profundidad
que va más allá de mis raíces
para entregarte al mundo
que es al que te diriges.
Siento no haberte dado más
cuando más me necesitabas,
eras una pequeña adulta entonces
y yo una niña en un cuerpo grande.
Nunca me perdonaré no haber
podido
contener ese enorme caudal amoroso
que me ofrecías con tu ternura,
sin caprichos, sin exigencias.
Ojalá pudiera desandar el camino
y ofrecerte la niñez que te debía,
pero me consuela, aunque a medias,
saber que a pesar de esas ausencias
el rencor no ha germinado en tu alma
y si lo ha hecho en su momento
lo transformas hoy en solidaridad
comprensión y me perdonas
lo que yo nunca me podré perdonar.
Solo me consuela, aunque a medias,
saber que de mis omisiones y mis faltas, .
ha nacido la libertad que te regalo
para que vivas con plenitud tu propia vida
acompañada de la pareja
que te quiere, te acompaña y te mereces.
CLAUDIA TRUZZOLI
25 de mayo 2014
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