FOTOS DE UNA CHICA TRANSGÉNERO
MODELO AL QUE QUIERE IMITAR
Si hay cuestiones que
podemos considerar como fronteras del binarismo excluyente de nuestra anatomía
en macho y hembra, es la intersexualidad donde algo de los dos sexos está presente
en la anatomía, sea genital, sea de caracteres secundarios. Y lo digo así,
macho y hembra, porque decir masculino y femenino ya responde a una elaboración
donde entran las pautas culturales que definen el género al que se pertenece
cuando éste es definido, pero atribuir un género en función de la visión de genitales
confusos al nacer no siempre es garantía que ese género vaya a ser aceptado por
el sujeto sexuado al que se le atribuye dicho género. ¿Cuál es la diferencia
desde la anatomía entre un clítoris más grande de lo habitual y un pene
pequeño? Queda a criterio del cirujano la decisión. Los errores que la medicina
ha cometido al asignar un género a los intersexuales también es prueba que se
equivocaron provocando un enorme sufrimiento a quienes resultaron así
designados. Una de las reivindicaciones de los intersexuales es que no se les
practique cirugía correctiva o adaptativa que les asigna un género
determinado dado que ellos están contra
el binarismo sexual porque quieren que se respete su diferencia. No se sienten
alineados ni como hombres ni como mujeres, o a veces, sienten que pueden ser ambas cosas a la vez. Sí se puede
constatar un sufrimiento muy grande por sentirse monstruosos, palabra que
utilizan a menudo cuando se llega a conocerlos más íntimamente. La pregunta es,
si no existieran solo categorías binarias en lo que al sexo se refiere,
¿sufrirían de la misma manera? Una pregunta que queda en interrogación. Pueden
ustedes ver la excelente película de XXY de Laura Puenzo que trata del sexo
anómalo de una persona educada como chica, a la que le gustan los chicos pero
tiene un pene pequeño y las dificultades vitales que le trae con el medio en el
que vive por la incomprensión de los demás que la deja muy sola.
Si nos centramos en el
deseo, ¿alguien podría realmente distinguir entre un homosexual y un gay que no
se acepta como tal y que se refugia en la transexualidad para adecuarse a los
estereotipos de género que su cultura le ofrece, lo que le permite sentirse
heterosexual de esa manera? Esa duda sólo puede responderse atendiendo a la estructura psíquica de cada persona. Una etnografía extrema- la así llamada
biografía personal escrita por una antropóloga que se toma a sí misma como
objeto de estudio-, Transgenerismos,
(Ed. Bellaterra, 2006) de Norma Mejía, persona anatómicamente hombre que se
siente mujer y que no está operada, llega a la conclusión de que en realidad
la transexualidad no existe en los seres humanos. Lo que existe es una
adecuación artificial a través de la cirugía que intenta dar apariencia de sexo
contrario a unos genitales dados por la naturaleza. Porque una transexual que
se siente mujer nunca será una mujer como la biológica que responde a la
normativa genérica, dado que el sexo cromosómico y el sexo gonadal no cambian
nunca. XX , mujeres y XY hombres. Hay casos que se escapan a esta normativa.
X0, síndrome de Turner, donde sólo hay una X, mujeres que tienen pechos y
genitales femeninos aunque poco desarrollados. También hay variantes como XXY,
síndrome de Klinefelter, como combinaciones de mosaico cromosómico, que son
complejas. Pero una transexual tampoco es un travesti, en realidad es un
transgénero, que se asemeja al sexo
contrario porque se siente pertenecer al mismo. Por eso la famosa frase que
dicen ellas y ellos, que se sienten atrapados
en un cuerpo equivocado. Dicho así, parecieran responder a criterios
esencialistas en cuanto se refiere a la identidad, creer que hay una esencia de
lo masculino y de lo femenino.
Pero todas las cuestiones
que definen el género son en realidad construcciones culturales. Cuando se
habla de homosexualidad y de heterosexualidad ¿estamos usando criterios de
género o criterios de sexuación? El otro sexo para un transgénero no es tan
fácil de diferenciar. El que teniendo un sexo anatómico hombre se siente
perteneciente al género mujer, cuando tiene relaciones con otro hombre, ¿en
función de qué criterio define la hombría del otro? ¿Por su sexo? ¿Por la
sensación subjetiva de pertenecer a otro
género? Las transexuales biológicamente varones, operadas o no, que se lían con
otros hombres no operados y que no se designan transexuales ni gays, están
convencidas de que sus relaciones son heterosexuales. Lo mismo sucede con las
transexuales biológicamente mujeres que se juntan con otras mujeres biológicas y
que no admiten que en su caso se trate de lesbianismo porque se sienten hombres.
Paradójicamente, la aparente trasgresión del cuerpo los/as coloca en el
conservadurismo más tradicional porque sostienen con más certeza que nadie la
bipolaridad genérica excluyente.
Volvamos al caso más
tradicional y aparentemente más sencillo de hombre y mujer biológicos que intentan
adecuar su género a su sexo y su deseo a la heterosexualidad. ¿Qué pasa allí
con el deseo? ¿Está asegurado de entrada que nos oriente hacia el otro sexo?
Simone de Beauvoir en El segundo sexo decía que una mujer no nace sino que se
hace. Pero el psicoanálisis sabe -al menos el psicoanálisis lacaniano-, que la
anatomía no es el destino, porque una persona puede aceptar o no el destino
genérico que la anatomía le asignó al nacer y puede aceptar o no dirigir su
deseo hacia el otro sexo. Los transgéneros saben de esto, los homosexuales
también. Decir que representan estadísticamente una porción minoritaria es
tratar ideológica e interesadamente una cuestión que intenta hacer de la
presunción de heterosexualidad lo normal. Olvidando que la normalidad es un
síntoma, una ficción que la sociedad establece para ocultar la inconsistencia
de la identidad sexuada de la que nunca se puede estar seguro del todo. La
heterosexualidad pura es una ficción equiparable al falo ideal. No existe. No
hablo de prácticas sexuales aquí sino de deseos. Uno/a puede tener prácticas
exclusivas y excluyentes con el sexo al que se dirige, pero en el deseo las
cosas no son tan claras ni tan fijas.
En la película Crazy se puede observar cómo el más homófobo y el más transfóbico, es quien menos
seguro se siente de su pureza heterosexual. Los hombres que buscan tener
relaciones sexuales con un travesti están buscando la
figura de la
madre fálica, figura
de un enorme peso en la subjetividad
de muchos seres humanos, hasta el punto que hasta los más machos no dejan de
haberse sentido atraídos en algún momento de sus vidas por esta figura y las más
hembras no dejan de haber sentido hacia esta figura una curiosidad inquietante.
La aceptación de la diferencia de los sexos con la consiguiente asunción de un
sexo psíquico acorde con el anatómico se apoya en el concepto de castración en
la madre. El niño deja de percibirla como completa, acepta que no tiene pene, y
se diferencia de ella. La niña se dirige al hombre buscando lo que no tiene la
madre. Eso en teoría ideal, porque las cosas no son nunca tan sencillas ni tan
simples.
¿Cómo construye el hombre
que se adapta a la norma heterosexual su identidad hetero? ¿Es seguro que en
todas las circunstancias sus prácticas sexuales responden a un deseo genuino
del otro sexo? Si miráramos la fantasía que lleva a muchos eyaculadores
precoces al orgasmo, poca relación tiene ese placer con la mujer, siendo en
muchos casos la fantasía de ser penetrados por un hombre lo que les procura
satisfacción orgásmica, como señala Gerard Pommier. Si miráramos el sentir de
un hombre violento que utiliza la penetración como medio de reafirmar su poder
frente a la mujer, su deseo es más de carácter autoerótico que hetero, porque a
través de la humillación que hace de la mujer con ese acto se reconfirma como
poderoso, lo que le da el verdadero placer. El caso extremo es el violador que
odia a las mujeres y se venga de ellas violándolas.
Una película, M. Butterfly protagonizada por Jeremy
Irons, basada en un caso real de un
diplomático francés que se enamoró de una mujer china, pero resultó que no era
mujer sino hombre y un espía con quien mantuvo una relación durante veinte
años. Interrogado por el juez en el
juicio que se libró contra él, se defendió diciendo que jamás había visto
desnuda a su amante y que creyó que mantener la ropa puesta era una costumbre
china que obedecía a la modestia oriental. Situada en 1988, tras el juicio, dos
hombres y una mujer se burlan del diplomático porque creen imposible que se
haya mantenido en la ignorancia durante veinte años. Lo cual, con mirada y escucha de psicoanalista, podría decir que no quiere saber lo que sabe, Para el diplomático,
Butterfly era el paradigma de la mujer perfecta, pero podríamos decir desde el
psicoanálisis, una mujer a la que no le falta nada pues conserva el atributo
masculino. Tal es así que cuando se descubre que su
amante es un varón, el diplomático se niega a verlo. En la obra de teatro,
abandona la escena cuando su amante, la Song-femenina
empieza a desmaquillarse para remaquillarse como Song-masculino a los ojos del
público, resultando tan artificiales tanto la una como el otro. En la película
no aparece esto sino una visita de Song a la cárcel cuando va a ver al
diplomático vestido como un hombre y aquél sufre un schok, porque no quería ver
ese cambio. De hecho, otra mujer occidental, compañera suya, Renée, que lo
provoca y se muestra desnuda ante él, le provoca estas reflexiones ella
que era perfecta, que tenía un cuerpo como los de las revistas y era excitante
estar con alguien que no se asustaba que la vieran completamente desnuda. ¿Pero es posible que una mujer sea tan
desinhibida que parezca casi demasiado…masculina? Pero
ese episodio lo lleva a presentarse ante Song
muy excitado y le exige verla desnuda. Song tiene que echar mano de un
ardid improvisado para que Gallimard no la desnude y le dice que está
embarazada y tras un período fuera regresará con un hijo que le dice que es de
ambos, satisfaciendo una paternidad en Gallimard que éste no alcanzaba en su
matrimonio y sirviéndose del hijo para afianzar el compromiso con el francés.
Sin embargo cuando Gallimard es encarcelado terminará suicidándose al descubrir
la verdad, no sin antes hacer una performance, donde él mismo se traviste como
mujer. Nótese la ambigüedad del nombre M. Butterfly puede ser Madame Butterfly
o Mister Butterfly.
La figura del travesti evoca la madre fálica, aunque el travesti puede no ser un transgénero, sino un transformista. La diferencia es una diferencia de estructura. El travesti no necesariamente se siente mujer, más bien lo que busca es impactar con la sorpresa de descubrir ante el público que tiene un pene. Hay una película española, Querido Miquel protagonizada por Immanol Arias, a quien se le despierta un deseo que lo sorprende cuando asistiendo a un espectáculo de una striper, descubre al final que es un hombre.
Si pensamos desde el género, la masculinidad y la feminidad pueden estar definidas por atributos que según la mirada del entorno cultural del observador, pueden ser variables aún considerando al mismo sujeto. Un interesante artículo de Rodrigo
Andrés en Nuevas masculinidades, Icaria, Marta Segarra y Angels Carabí (eds.) hace una aguda reflexión acerca
de la percepción de la homosexualidad masculina entre la feminidad y la
masculinidad según quien sea el sujeto que la considere, dice para una lesbiana feminista […] el hombre
homosexual, en su calidad de hombre, es un beneficiario del sistema patriarcal.
Paradójicamente sin embargo, para un hombre heterosexual de una conservadora
zona rural que haya moldeado su vida a imagen y semejanza del modelo de
virilidad prevalente en su comunidad, los jóvenes homosexuales urbanos que
expresan claramente su preferencia sexual, quizá le parezcan totalmente
afeminados.
Desde el inconsciente, no existe lo masculino y lo femenino, sino lo fálico y lo que no lo es. Masculino y femenino son elaboraciones posteriores que responden a modelos culturales y a los cuales la identidad de cada persona que pertenece a un medio determinado trata de acomodarse para sentirse que responde al modelo compartido por su entorno social. Aunque nada asegura que esa performance inicial se ajuste a su deseo de manera fija y definitiva.
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CLAUDIA TRUZZOLI
Pertenece a la red Caps de profesionales sanitarias.
Autora de El sexo bajo sospecha. Ed. Biblioteca Nueva,
Madrid 2003.